jueves, 8 de septiembre de 2011

43 (Cuarenta y tres)



¿Nunca has tenido conciencia de tus actos? Cierra los ojos. ¿Eres? ¿Realmente? Nuestros nombres llevan impronta. No es lo mismo llamarse Ana o Francisco. De cuna y sepultura, como diría Quevedo. El nombre que se otorga condiciona la vida. Y nuestra vida es una. Marcamos el camino por el nombre y, además, todos los Jesús tienen algo semejante, los Jorge también, y las Laura.

Piensa si conoces a un nombre, una persona, un ser. Tiene su palabra que le designa. Es él. Recuerda entonces a otras personas que se llaman igual, siempre verás la semejanza. No hay que ser actor, ni disfrazarse. Histriónico es aquel que representa, pero nunca será representado.

No es lo mismo tener habilidad que ser inteligente. Habilidad la tienen los niños con cinco años. La esencia se consigue mientras dura el camino. Y la fórmula mágica es tan larga como las sílabas que nos persiguen.

Tendremos que pensar que la rosa o la espina ya no huelen a cieno. Toda la vida es húmeda, como lo son los campos en la época más fría del año. Llueve. El calor y este agua fabrican el vapor de nuestros corazones. Una persona elige jornada o dirección, comportamientos. Es la estirpe, el linaje, el espacio que ocupamos mientras somos nosotros. Nuestro doble, presente, solo está si dormimos. Y el sueño nunca otorga, solo es un origen.

El acto y la conciencia. La actividad y la medida. La botella que miro encima de la mesa. Te has preocupado. Las personas que quieres deben estar presentes. Si una vez resucitan y esconden su cabeza, intentas descubrir lo que les pasa. Lo haces con amor, querer, queriendo, haciendo. Ni Barrie era capaz de asimilar sus actos. Le turbaron los árboles de Kensington.

¡Qué difícil es intentar describir la muerte de cuna y sepultura! Naces con un nombre y falleces así, con lo puesto. Como si de un ardor tratase nuestra lengua. Y más que anhelo, lo que deseo encontrar es ese yo que no vive conmigo.

Son unos ignorantes. Si no aspiras a leer (da igual que sea en Berlín o Leningrado) morirás con lo puesto. Eres el cebo de la pesca, la liebre para el galgo, un simple reclamo que persiste si quieres. Y no tienes conciencia de querer. No eres nadie amigo. Ni siquiera una sombra. Una humilde luz que sobrepasa el vaso de la vela. Tu reflejo me cansa. Y lo hace muchísimo.

Dicen que han encontrado un cadáver en Londres. Es un hombre. Unos cuarenta y tantos, alto, castaño. Usaba gafas de colores y quería. Por encima del nombre aceptaba, pero no era un supuesto. Cadáveres y rosas sin alardes. La desesperación. ¿Has tenido conciencia de tus actos?