miércoles, 14 de septiembre de 2011

48 (Cuarenta y ocho)



Decía hoy el comercial de una revista literaria que para que los libros salgan reseñados se deben pagar como publicidad. Y la calidad literaria de las obras que aparecen en la publicación suelen ser pésimas, como viene siendo habitual en nuestros suplementos y revistas.

Hay personas que realizan el fiel reflejo de sí mismos en sus escritos, en sus manifestaciones. Los ponen en boca de otros para permanecer ocultos. No se atreven a dar la cara. Hay firmas que algunos consideran importantes y declaran su opinión en tres párrafos elogiosos y sin sentido.

No hay mejor reseña que la que hacen los pájaros. Describen muy fielmente todos los contenidos. Ser amigo de alguien a ellos ya les sobra, porque vuelan y suben por encima del alma.

Un pájaro te dice si la obra no es buena, recomienda lecturas, canta encima del árbol. Un pájaro es capaz de decir la verdad, aunque la verdad duela.

Un rabilargo tímido, el que salta en la tarde por encima del tronco, ha recitado un poema. Las hormigas esperan que vocalice bien, que pronuncie de memoria los versos del discurso. Hay poemas que no se acaban nunca. Dice hoy don Nicanor que un grupo de personas, que no son intelectuales, forman una tertulia. Se limitan a engendrarse unos a otros. A valorar lo efímero, lo necio, sus vergüenzas.

¿Pero no cree usted que si van a sabiendas pueden conseguir todo? Y don Nicanor, que tiene un rostro terco como la voz de un burro, responde: “La nada, conseguirán la nada”.

Y yo que pensaba que una tertulia de intelectuales salvaría a este mundo y resulta que ellos maltratarán la vida, el verso, la palabra. “¿Los has visto de rodillas, escarbando la tierra?” –prosigue. Realmente no, la última vez que fui estaban en la mesa diciendo vanidades.

Pide por esa boca que se harán realidad tus deseos. Como en un cuadro de Gauguin, “Mata Mua”, pero eres el perro.

El comercial responde a mi correo. Dice que hará reseñas sin pagar nada a cambio. Miseria. Vanidad. Todo es estorbo. ¿Hago algo? Leo, escucho y hablo con mis amigos, agradezco –muy gentilmente- las opiniones vertidas. No quiero nada más. Mientras existan los libros para poder leer, todo lo demás sobra.

No quiero saber nada de vos, pues tu palabra es falsa. Si sigue el pájaro en el césped, nunca tendré bastante. Dos años antes hubiera aprendido la verdad de una conexión certera. Y no proseguiría con la conformidad, el juicio de estos hechos pasados que se hacen presentes.

No creo nada de nadie. Todo lo falso es cualidad, a pesar de estar bien escrito. La nada no se define, contamina. No soy quien para corregir, ni para reprender. Quédate con lo dicho. Las palabras de ayer son miseria en tus labios. Nadie se salva nunca. No habrá paz para los malvados.