sábado, 17 de septiembre de 2011

51 (Cincuenta y uno)



Nadie puede ocultar sus acciones. Nada puede esconderse si está hecho. No se da cuenta a nadie, debes luchar contigo. Si llamas a la puerta siempre abro, a no ser que puedas atravesarla con tu sola mirada.

Hay días que me sorprendo. Ando sentado con un libro, conversando con Barrie o con Meredith, o matando hormigas, y de pronto tu sombra resplandece en el cuarto. Como una aparición. Nunca supe realmente que los ángeles negros pasaran por delante con su olor singular. Canela y jazmín.

Amanece. Las cortinas arrestan la luz de la mañana. A pesar del reflejo no consigo ver nada. Extiendo la mano para tocar un poco a Satanás pero no puedo. La justicia del tacto es la mentira. Inténtalo. Acaricia tu espacio, entre el aire y el engreimiento dejarás para otros las virtudes.

Limito un azul eléctrico y una carta a poetas, siempre prefiero a Dante. Se han abierto las puertas, el corazón no necesita de costumbres, requiere acciones. Creía que aquello que no se podía ver no era creíble, y resultó una excusa, no dar la cara a nadie. ¿Para qué necesito el afecto si mis inclinaciones me nutren? La vida es un engaño, una botella medio llena y sin precinto.

Amanece de nuevo. Hoy sale el sol dos veces. En esta ocasión los muertos han partido de la cocina. Se dirigen al porche. Dejan un rastro de flores a su paso, son flores pequeñitas, de colores. Tomo algunas pero no huelen. Nada es lo que aparenta.

Debo pedir a mi madre el bolso rojo de las fotos. Tiene gran cantidad de ellas. Casi son infinitas. El viento golpea mi rostro cuando corro. Respiro. Buscar, seleccionar y observar. Es la lectura. Cuando los niños mueren todas las cajas blancas ocultan sus acciones. Me rebelo con Beatriz. Contra ella. Sin ella. La Portinari nunca dejó de ser una mujer cortés.

Hay un verso de Pablo que se clava en el vientre. Arde. Es pronto para llamarle. A veces, cuando leo algo que estremece llamo, reclamo, solicito. Doy las gracias por ello, y en su defecto, abrazo al primer ángel negro que pase por mi cuarto.

Si llamas a la puerta siempre abro. Debo hacerlo. ¿Lo entiendes? Odio la vida y todas sus costumbres. Acciones de mentira y despilfarro que secuestran los matices. Beatriz no se aparta de mi cuerpo. Este ángel me atraviesa, con la sola mirada.