Definitivamente los poetas se han vuelto locos. Ni Julio Mariscal es comparable a Juan Ramón Jiménez ni la ausencia geográfica de lecturas puede provocar nada bueno. ¿Y Rilke? ¿Y Novalis? ¿Y Borges? ¿Y Platón? No, si ya lo decía Descartes, si permaneces mucho tiempo en torno a un grupo, opúsculo o minucia, acabarás como ellos, estreñido. ¿Fue Descartes realmente?
Hoy ha amanecido un día gris en Kensington Park. Apenas se divisan las nubes y la temperatura ha bajado lo necesario. Un matiz se ha escapado volando hasta el tronco del acebuche. Se ha escondido en el hueco. Corro hacia allí, perder un matiz a estas alturas es el mayor desvío de todos los posibles.
El sueño es la dulzura del alma. Pero el alma, tan eterna e inmensa, necesita liberarse. Por eso cada noche sale de nuestros cuerpos en busca de presentes. En el hueco del acebuche meto la mano para atrapar el matiz. Aparece una culebra con cara de diablo. Junto a ella los restos de unos huevos de pájaros. Se ha comido al futuro. El presente lo ha dejado en el árbol y en sus ramas.
Alargo la mano sin miedo. He cogido la pérdida con todos sus avíos. La provisión o apresto de futuros poemas.
Hay varios cuerpos humanos. Nuestro cuerpo no es uno. Existe el temporal, que es carnal y enfermizo; el poético o espiritual, y también el viajero. Este último parte, sin avisar a nadie, por todos los lugares que recuerdas pero que nunca has visto.
Mientras el alma descansa en estancias recónditas, para hacer ejercicio, el cuerpo se traslada sin que nadie transporte su eficacia. Así fue posible observar a personas que no estaban allí, y eran diferentes. Un mismo cuerpo, permanencia, y un alma prestada, esencia.
Esencia y permanencia. Definitivamente los poetas se han vuelto locos. Liberarse es librarse de signos y de máscaras. El poema que no sirve se rompe, no se guarda. El poema que no gusta o se duda, se quema, no se huele. Los poetas apestan a colonias baratas de imitación, de mercadillo. Me gusta oler a esencia, a matiz, a acebuche. Es una mezcla de los versos de Rilke, de don Nicanor y de JRJ, con un toque de Borges, otro de Claudio, y un poquito de Novalis. Y todo esto aderezado con Platón, sin duda Platón.