martes, 12 de julio de 2011

Ochenta y cuatro



Mientras estoy encerrado, desnudamente, el calor y la luz de la ventana agotan todos los pensamientos. Entre los matices y los desvíos acabo viendo doble: libre de la tormenta y confuso laberinto.

Menudos idiotas los de la incertidumbre. Esos son los de siempre. Cuando un poeta habla de política pierde su valor literario. Al igual que lo pierde quien utiliza un elemento literario para cachondearse de su esencia. ¡Qué pena! Tengo mucho frío, se habrá cortado el cuerpo del calor. En diciembre se agota la mansedumbre.

Cántala ahora que me cansan los de siempre, los que figuran en esos libros de adquisición hermética. La vela se apaga de un golpe de viento. Vuelvo a encenderla ante la atenta y justa mirada de un verso de Novalis. Una araña observadora se fija en el mechero, un elemento útil pero discreto. En Londres las tardes son más cortas, se cena mucho antes y los versos aparecen solo a mediodía, en el centro del parque. Siempre doy vueltas al recuerdo.

Acabo de colgar el teléfono a dios. Prosigue su viaje por el mundo de los necios, los de la incertidumbre, los indignados por nada. Los hacedores de cera de oído.

Tengo miedo y sueño. Mañana no amanece, volverá el sol sin desayuno en la llama de la vela. Acerco la mano al fuego y siento un calor esperanzado, es un calor de gloria. Me preguntan por ti y respondo que estás sola, has dejado a tu grupo, cantas de madrugada y los correos los respondes los domingos.

Tengo hambre. Quiero volver a la tierra. Saco la colcha del armario para pasar la noche y una sombra feroz se agita en la almohada. Platón me desespera. Dice que está encerrado, que le molesta la luz de la ventana. Si vienes te quedas que te preparo algo, si te marchas debes irte, ahora. Tu presencia es calor y ya tengo bastante.

Sobre la mesa del salón he encendido cien velas. He apagado las luces y un resplandor inmenso me acompaña. Es la ciencia de verte. Todo lo que aparece son sombras en el techo blanco.

Me tumbo en la alfombra para jugar a ser quien nunca he sido. Imagino figuras en las sombras y solo te veo a ti. Nunca pasa lo mismo, quiero decirte tantas cosas pero debo esperar a los domingos, y el domingo es el día en el que nazco y no tengo recuerdos. En solo siete días paso de ser aire a parecer una nube sin gracia. Pobres de aquellos que buscan estrofas a cada historia.