sábado, 9 de julio de 2011

Sesenta y cuatro



La verdad es incierta. Un girasol sombreado por un rayo de sol me ha dicho que me quiere. Mi admirado amigo, si naciera otra vez, me casaría contigo, pura naturaleza. Si me acompañas ahora por esta triste causa sembraríamos pasiones por los campos, evitaríamos desvíos, hablaría de matices con tus pétalos, juntaría dos ríos para ti.

No se apaga diciembre. En Villa Barbaria todo es azul, hasta las plantas. Un amor de hace tiempo me ha escrito una canción. La ha cantado en la radio para mí. Le he dicho al girasol que me acompañe.

En Correos hago un envío de desvíos. Certificado, urgente y con acuse de recibo. El pájaro ha puesto el sello.

Cántamela de nuevo. No me enterado del estribillo. Desafina el bajo. Escribo un verso que se convierte en poema sobre tu lunar en la espalda. En alguna ocasión he sido Galileo. Deja. Canta la de pasión. Cántamela de nuevo.

Recibo carta de Chile. Don Nicanor no me odia, a pesar de pesares. Mis matices se entienden aunque no los comprenda. En las noches de diciembre sigo estando solo, aunque ese girasol me quiera.

Sí, sé que soy muy pesado, repetido y a veces hasta cursi. Pero por favor, nunca escribiré antipoemas. Son suyos. Si me acompaña al centro del bosque prometo defraudarle. Escarbaré la tierra con mis manos, dejaré para usted las mejores sombras, los fantasmas me odian.

El pájaro que ha puesto el sello me pasa la factura. En Londres hace frío, debo taparme. Sigo sin entender tu estribillo. ¿Seguro que soy yo? La mujer, como el aire, llena al hombre de humo.