miércoles, 6 de julio de 2011

Cincuenta y uno



He visto hoy una foto de buitres amarillos sobre una mesa blanca. No era un documental, era la vida misma. Sin gusto, sin presencia, carroñeros del alma despojaban sus plumas con lamentables versos.

Quien esconde su rostro, tras un burdo laurel, dejará de seguir impresionándonos. Como un vaso vacío encima de un estante.

Complejos y mentiras, aplausos y derrotas. El cansancio es un estado civil como la soltería, el matrimonio o la viudez.

Desde Villa Barbaria veo África. La han llamado así, de ese modo. Unos picos rocosos con brumas y con niebla. Es el atlas del sur, la majestuosidad. Desde Villa Barbaria el sol me desespera y el azul de este cielo me lo quiero comer. Dos pájaros de fondo jugando con sus picos y una ola que muere en la casa de Juanjo.

Sentado en una mesa, con un café caliente, un cuaderno y tres libros, respiro la conciencia y ese olor a colonias. Se incrementa el calor a medida que pasan estas horas.

Uno de los buitres ha mirado hacia atrás. Está desconcertado. Por momentos se pierde, se confunde, nos llora. Vuelve a mirar atrás. Digo adiós con mi mano. El ave vuela ya junto a sus compañeros.

¿Es daño o es amor? Es desconocimiento. No saber de la vida más que una palabra, no recordando fórmulas, matices, suerte. Quiere entrar en el bosque pero ha visto el letrero.

Buscas la compañía. Crees que es necesaria, completa, deportiva. Es un error tan grande como llamarse buitre y quedarse a las puertas. La unión no hace la fuerza, la destruye en pasado, en presente, en futuro. La unión nos equivoca. Silencio y soledad, da igual que seas un buitre, un verso o una esquina. Silencio y soledad: es vivir por encima de nuestro propio cuerpo.