NUNCA nada
parece tanto, ni tampoco todo. Nada importa poco. Todo es tan falso como los orificios
de la tierra que provocan ausencias. Todo lo que rodea al hombre sensato es
mentira: sus amigos, conocidos, eyaculadores. Todo es nada.
Suelo
argumentar, en los casos de suerte, que todo me interesa, aunque la realidad
sin ser distinta lo niega y contradice. Ni creo nada ni nada escucho. El amor,
como las margaritas, para otros. La cercanía, como los astros, para los
anormales. La falsedad, que siempre es sincera, para ustedes.
Si alguien se acerca huyo. Si llama por teléfono cuelgo. Y si me besa utilizo el champú de hierbas aromáticas.
La realidad es ficción y todo cuanto dices es mentira. El único interés la permanencia y dentro de este bosque, rodeado de encinas, la vida se ve de forma diferente. Sobran las estaciones, los desnudos, los bodegones y las composiciones de argumentos fingidos.
Las
brujas no son sombras, son mantas que van cayendo en los cuerpos de los hombres
degenerados. Y esa es su enfermedad, el énfasis.
Hay
personas enfermas. Títulos y subtítulos. Cunas y sepulturas. Muertos y vivos.
Correspondencias, vistas, nada, todo. La palabra es razón. La razón es palabra,
una palabra que nunca será hueca, una palabra que es todo y nunca será nada. La
música de Mozart, la poesía de Novalis, la pintura de Gainsborough, es la razón poética, la del verso hecho carne. La
razón primorosa, la razón de las inclinaciones. Es Fábula. En el fondo nada
parece tanto. Es la razón de la palabra.