LOS días transcurren con el poema al pasado. No me convence nadie, ni nada, ni sabiendo que ayer nunca
existió, aquello es imposible y mañana, mañana ya es hoy. Sin lo que fue es
imposible que acontezca el presente, ni el futuro. No dejamos de ser pues no
hemos sido.
Cuando pienso en las Musas aparecen las sirenas de la Odisea de Homero. Eran la música, el canto, el engaño, aquello que nos dirige hacia las desviaciones. Si son la exaltación o la canción melódica, llega la ausencia de verdad, lo que deshace cuanto has realizado.
Somos Orfeo, encendemos las velas y abrimos las ventanas para que entren los pájaros. Las Musas eran putas, debían ser adoradas y viven, como Plutarco, de todos los recuerdos.
Música, poesía y canto. Solón las admiraba para la buena vida. Y esta vida es terrible, el castigo del mar, del cielo y de la tierra. ¿Escribir? Un maleficio ingrato.
Las encinas florecen. Hay hormigas en todo lo que cae y en todo lo que habita. Un nido ha resbalado. Los pobres pequeñines hacen un ruido en su muerte que recuerda a las Musas.
El mirlo que escarbaba ahora está en el hogar de la chimenea, acabó en el tiro y no supo salir. En su lenguaje mágico dignificó un lamento, un canto hacia su propio fin.
Hoy piso arañas. Quedan las manchas en las losas del porche. Urania, Clío, Talía, Euterpe, Melpómene, Calíope, Polimnia… Ahora solo sois deshonra, arañas de la hierba, del bosque y de la casa.
He tomado el nido entre las manos. Había caído en las glicinias. Reconstruyo su esencia y lo subo a la encina, aquella que tiene forma de persona. Su madre no para de revolotear. Lleva un gusano en el pico y restos de arañas, de Musas que ahora alimentan a los pájaros. La música, la poesía y el canto acabarán en el estómago sin digerir.