martes, 10 de abril de 2012

Edge


NUESTRO cuerpo es pasado, la repugnancia de la voluntad contra el tiempo que diría Nietzsche.

Sobre la mesa solo existen dos cartas: el presente y el día de mañana. Cada día, al despertarnos, apostamos aquello que tenemos, lo que hemos sido y hemos dejado de ser. Aparece el engaño, la falacia y las malas intenciones. Descubrir una buena mano es un abanico de confesiones, una relación narrativa entre todos los jugadores que se han marchado de la partida.

Estás solo. Ayer fue, hoy es ahora y mañana será. He pedido al pájaro azul que baraje los naipes. Con el pico hace una exhibición de mansedumbre, pero lo hace muy rápido. Las cartas apenas se observan.

Somos presente y vamos al futuro, los recuerdos siguen siendo presente, eternamente. Es la libertad. Quien acude al barroco nunca pone las cartas sobre la mesa, las esconde en su esperanza.

La alergia me destroza. El pasado es deseo, simple impulso. El error de sentirnos nosotros en la propia experiencia.

No negamos la memoria reconociendo la ausencia de pasado, la engrandecemos, la hacemos más presente, más personal y exacta. La simetría de tus ojos hace que vuelva la alergia. El pájaro ha terminado pero ha exigido cartas nuevas, esta partida requiere edge.

Discúlpame, la alergia no es culpable de las impertinencias que te digo.