lunes, 25 de junio de 2012

Il meriggio


DICE una voz femenina que soy un pusilánime. Callo. Una mujer es un misterio y alguien que no aguanta el encuentro será desdicha.

Leopardi hablaba de il meriggio. El mediodía siempre es diciembre. La tranquila imagen. No por hablar se experimenta el arte. Tampoco se levantan los ámbitos si ha llegado diciembre.

Don Nicanor es dios con mayúsculas. Aunque le pese a algunos que siguen viviendo de la inutilidad de Luis Cernuda. Sonríe Juan Ramón. Lo tengo junto a mí. Pegado hombro con hombro.

Entre la poesía y la vida me quedo siempre con lo primero. Lo segundo no existe. Al menos no vivo, ni deseo vivir igual que ahora. Rodeado de escarcha y de contemplaciones. La mentira es la suerte que alojamos en el hueco que deja el árbol y la benevolencia.

Deseo que llegue el jueves para estar en Madrid. Natalia ríe en San Sebastián de los Reyes.

Sigo con Leopardi. ¿O he de decir Colinas? La edición de Antonio es inmutable. Todo aquel que desee vivir morirá como lo hacen las palomas, dentro de la chimenea. He abierto la tapa de cristal y he limpiado el vacío. El cuaderno marrón he tenido que desinfectarlo.

Busco un poema verdadero. Unos versos auténticos. La amistad es tan falsa como las gaviotas a la orilla del mar en mediodía. Il meriggio.

Diciembre existe como Juan Ramón. Leopardi sonríe en este instante. Está junto a Boecio. Cernuda huele a fundamento. A desigualdad, a manipulación.

Aparco en coche en El Tabo. Natalia espera sentada en un mojón. La señal de tráfico indica que estamos en la A-477. La carretera de los pájaros. Suena el teléfono. Dos llamadas de Londres y una de Zaragoza. No respondo a ninguna. Me piden un par de entrevistas para diarios nacionales. Soy un pusilánime. Estamos en il meriggio.