martes, 12 de junio de 2012

Séneca


LEO a Joyce, Pessoa espera. Debe hacerlo. Hoy las nubes no aparecen en el cielo y, aunque las llame con determinación, se ausentan. Es lo malo de la filosofía, solicitas justicia y recibes jurisprudencia.

Hay un mosquito por los alrededores que no para de molestar. Lo llamo Séneca. Sobre la mesa unos poemas de William Wordsworth pero acudo a Coleridge.

Mi profesor siempre decía que los argumentos los dejara en casa, a clase había que ir con astucia. Con el paso del tiempo, y tras comprobar que Juan Ramón admiraba la agudeza, fui ejercitándome en los diagramas familiares, en las matrices invertidas y en las ecuaciones incontroladas sin incógnitas. He pretendido desaparecer y me he quedado a las puertas de este infierno que últimamente nos persigue.

Todos somos ausencias. La verificación de la razón de la palabra solo persiste si eres consecuente, agudo como Juan Ramón o fiel con Coleridge. Séneca sigue molestando. Intento atraparlo pero huye, se sale con las suyas.

Nunca nos cansamos de alcanzar el centro. Los paseos interminables hacia su puerta, la tierra escarbada y los gusanos de su procedencia. Nunca debemos cansarnos. Es el único camino. Hay unas montañas de tierra junto al árbol de dios. A veces el hombre se confunde de árbol, de posición, de adiestramiento. Y ese cansancio, el estado civil como la soltería, nos engaña, nos va aprisionando. Es una sensación incierta, vulgar, manifestable.

No debemos cansarnos. Rendirse es perecer y ya hay muchos cadáveres sobre la superficie del pilón, aquel que abre la puerta hacia la esencia. Es molesto, aburrido. Leer las mismas fuentes, andar con la cabeza erguida y contando los pasos, saludar con sonrisa a todas las personas. No podemos perder el sur de la cabeza, nuestro horizonte geográfico, la musicalidad.

Y así la armonía conduce al equilibrio, y la ética a la justa proporción, al centro indudable, a la razón de la palabra, a la esencia verdadera. La de Juan Ramón, Colinas, Rilke, Pound, Eliot, Dante, Platón, Leopardi y algunos otros. Muy pocos otros. Los justos. Los bienaventurados.