HAY versos que ya no llegan, como
las canciones que escribías los días claros. Nadie entiende. Acaso ese matiz
que entró por la ventana y se escondió bajo la cama. No puedo ver más allá, el
horizonte es siempre el mismo. La razón poética no es la razón de la palabra.
Defiendo la segunda. Aquella que sabe y recomienda. La de la verdad.
Toco fondo estos días grises. No puedo levantarme. Las similitudes hacen que recuerde a Machado, a Cernuda, a Neruda. Prefiero a Juan Ramón. Juego a las cartas con Rilke, con Leopardi y Novalis. A pesar de ser genios son unos mentirosos. En el juego la mentira es certeza y la verdad un farol.
He terminado el poema. No me llega. Lo he enviado. Era una petición descafeinada. Stendhal sonríe. Prosigo con el altercado de la muerte oculta y cambio muchas comas.
Un joven desconocido y flagrante dice que mis versos están locos. Sonríe Stendhal. El vaso de whisky a medio llenar y el matiz bajo la cama. Desvíos por todas partes, como las arañas.
Escucho a los niños gritar en el porche. No hay nadie. Los agapantos se hacen de rogar. La muerte de Claudio y de Pepe acabó con casi toda la poesía. Stendhal sonríe. Antonio llama desde Ibiza. Se ha sentado en el centro del bosque a respirar. Juan Ramón sigue encerrado.
Dice don Nicanor que la poesía es tono, es ritmo y es conciencia. Lo puro para otros, lo medido para los no sinceros y lo ajeno para las voluntades. Toco fondo.
Olvidé que un verso puede amar en la noche, besar el lunar de tu espalda y huir. Hay que salir corriendo de las sombras.
Tengo a un ángel negro en la puerta de casa. No deja de llamar. Por la ventana veo a la nube con forma de poema. No hay pájaros en el hogar de la chimenea. Las ranas se hinchan cuando mueren por el cloro. Puta vida.