HAY un supuesto lógico en la botella
de agua. Aspiro el cigarro y expulso el humo de una vez; dios ha sabido darme libertades.
En la balda más alta de la estantería amarilla un libro destaca. Es un ensayo. Fue escrito hace muchos años y en una edición de los años setenta figura con colores llamativos. Llevo varios días con el libro entre las manos. Cuando tomo un bocado lo dejo sobre mis piernas para seguir leyendo.
He aprendido a abrir las hojas para sacar partido a los márgenes. Algo así ocurre con la vida.
Llevo toda la vida buscando la razón de la palabra y por fin descubro que habita entre nosotros, como las libertades. Se encuentra en los márgenes blancos de los libros, en lo que no hay escrito. Como si la esperanza determinara las voluntades del vacío.
La razón de la palabra es el centro indudable, la predestinación. La poesía se conjuga con símbolos y magia, en la tierra, en la tierra mojada.
La botella de agua refleja la luz del día. El cigarro termina. No hay más humo. El humo está compuesto por desvíos que quieren engañarnos. Por más que expulse el humo a los márgenes blancos, allí, nunca permanece.
El humo nunca tendrá su propio espacio. El humo es el pasado. El humo es la mentira. Como la mala poesía.