TODO lleno de humo. ¡Qué fácil es
adentrarse en él! El humo es la ventana que tiene vistas al mar o a la montaña
y donde el agua golpea los cristales. Acabas amando el humo, acercándote,
deseándolo. Pero el humo proviene de los no
sinceros, de los poetas agrupados y que escriben sin soledad ni silencio.
El humo es el engaño, el máximo desvío, la bella planta repleta de pulgones. Mientras salten los sapos respiraré tranquilo.
Los rabilargos se comen las peras del árbol. He tomado una y he tirado una docena. Todas andan picadas, un inmenso orificio que toma un color marrón. Las peras están dulces, un poco arenosas pero agradables.
Junto al membrillo, en el suelo, he depositado las peras comidas por los pájaros. Les dejo el alimento. Una columna de humo gris se acerca a gran velocidad. Son rabilargos. Tenía razón Platón con eso de los pájaros, los hombres, los insectos.
Suena grande el concierto, comen, se pican, disputan el más mínimo trozo de fruta podrida. El humo no se esconde, intenta protegerse y acudir a su hueco pero no lo consigue.
El humo es lo fácil, hacerte amigo suyo o escucharle. Mientras corran los topos dormiré plenamente. El humo no me sirve, aporta nada bueno: engaño, falsedad, la no poesía.
Corro a casa y dejo a los pájaros en su lucha. La disputa ajena no será la justicia. En soledad la poesía se ve de otra manera. Cierro la ventana para no escuchar el ruido de las aves. En silencio la poesía se oye de otra forma. El caos es argumento, la lucha de contrarios de soledad y silencio. La auténtica poesía del indudable centro.