CON Heidegger por Friburgo. Le digo
que el ser no depende del tiempo, es el tiempo quien le sustenta. Se lleva las
manos a la cabeza. Nadie ha pedido nacer. Nos hemos encontrado en el mundo con
un cuaderno, una pala o un bisturí. Cuando hemos querido darnos cuenta ha pasado
el tiempo.
Para Juan Ramón el eterno tiempo siempre estaba presente. Como en Novalis. El tiempo es sensitivo, como la razón de la palabra. Son los tiempos los que inspiran nostalgia, pureza, sencillez. Percibe la esencia. Nos hace recomenzar.
Todos los que somos capaces de amar odiamos el pasado. Negamos su existencia. El recuerdo nos es predestinación, es semejanza. De ahí que Juan Ramón permaneciera con su dios deseado y deseante.
Por la ventana del salón un mirlo salta con un gusano en el pico. Le observan otros pájaros. Se regocija de algo que consiguió, pero lo hace en la actualidad. Dentro de un tiempo, en un futuro próximo, alimentará a su descendencia. No es predestinación, ni ser, es tiempo, es semejanza.
¿La impostura? ¿Russell? El tiempo. La poesía no es un proyecto, es remedio, es tiempo.