miércoles, 7 de julio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia LIV)



Hay veces que no queda más remedio que pasar, pasar de largo o de corto, pero pasar. Si mantenemos esperanzas o expectativas en algo o en alguien solemos perder el norte, el sur, el este y el oeste.

No están las cosas para perder, aunque tampoco están para ganar. ¿Hemos analizado fríamente el beneficio de la propia duda? ¿Hemos generado incomprensiones o tal vez las hemos creado?

Un elemento discordante puede resultar provechoso mientras sepas sacar punta a tus principios. Y ese elemento se suele volver en tu contra, siempre.

Veamos, hoy leo a D’Ors, porque me gusta, me parece gracioso y escribe bien. También leo a Bonilla, por las mismas razones, y además aporta un poco más de chispa. Y leo a Feu, que completa la historia con su perro que se llama Chispa (¿o tal vez es Choco?).

Pasar es bueno. Deja lo que no gusta, abandónalo. No es comprensible y suele traer problemas implícitos. Y esto sí es siempre.

Decir lo que uno cree y lo que uno piensa es problemático, pero debe ser la verdad. A nadie le gusta que le digan feo, pero si lo eres asúmelo.

Por decir la verdad se reduce cojonudamente la agenda de tu móvil, el listín de teléfonos y hasta dispones de más huecos en las estanterías. Los libros malos, véndelos. Hay todavía librerías de viejos que compran a buen precio. Sobre todo si se trata de primeras ediciones. Primeras y únicas (alguna sorpresa encontramos).

Lo demás es tu vida, y sin generación espontánea.