miércoles, 28 de julio de 2010

El mejor pecado de la histeria



Espero que disfruten de todo cuanto acontece este verano. Además del calor hay que destacar el calor, un sofocante y deseado calor que te impregna la ropa de desconcierto y rutina.

Es vulgar, muy vulgar, quitarse la ropa a la hora de meterte en la piscina, pero lo cierto es que queda poco remedio para determinar que la ropa sobra.

Calor y ropa. Parece una película de Hitchcock. Y en el fondo, sobra la forma más que la propia ropa. Una vulgaridad, lo cierto.

Ofrecen pijotas ilegales, y recuerdo a los jóvenes poetas. Los pobres (pijotillas), morirán sin saber que es la poesía, aunque confíen en Carmelo, en Julio, en Cabanillas. ¡Pobrecillos! Desamparados los que lloran porque mamarán de la lujuria de la ciencia, y seguirán tocándose los bowling.

Desamparados los aprendices porque nunca aprenderán, y seguirán pasando calor en verano.

Me acuesto que es tarde. Leo un poema de Olga B. y reconozco que no me he equivocado en nada (mira que uno es imperfecto), genial. Ha sufrido, ha mamado, y ha conseguido lo que se ha propuesto. Poema cerrado, que dirían los amantes del calor.

He probado las pijotas ilegales y no me veas como están. No digo una burrada para no herir, pero este Cádiz tiene el mejor pescado de la historia. El mejor pecado de la histeria.