jueves, 15 de julio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia LIX)



Decir las cosas con su nombre molesta. ¡Aparta de mí a este imbécil que no para de decir tonterías! ¿Tonterías? ¿Dónde está el límite entre la realidad y la fantasía? ¿No será que muchos no quieren escuchar?

Acostumbrados a alabanzas del género lírico, no se vive más allá de los sueños. En esta vida hay que ser prudente. Con la mayoría de edad te conviertes en generador de opiniones, en gel de baño. Mucha espuma que acaba por el desagüe.

Los entornos, reales como la sombra del acebuche, son erróneos. Veamos. Un poeta mayor de edad tiene sus gustos y hasta sus caprichos. Como se ha convertido en generador de opiniones, se acude a él para pedir consejo, recibir alabanzas y a veces, hasta le dedicas el libro con ternura, sin olvidar la fecha y el lugar con caligrafía a lo cisne, como la de Atencia.

El poeta mayor “recomienda”, y recomienda su entorno. Si aplicamos la cadena del Network Marketing, en pocas semanas se habrá generado un espíritu de respiración asistida, la aparición en las cumbres de lo efímero.

Así se ha vivido durante muchos años. La poesía de la experiencia generó entornos multiculturales, hasta se incluyeron elementos de reprochado pasado. La diferencia hizo lo mismo. Eso ocurrió en nuestra lírica.

La poesía de la experiencia y la poesía de la diferencia eran poesía de la dependencia.

Con el paso del tiempo, la cadena se rompe, y lo hace por las pocas fuerzas de los eslabones. Aún siguen los mayores de edad recomendando humo y alabando miserias, que hoy por hoy, no se fundamentan en nada.

La poesía de la independencia irrumpió en nuestro país en los últimos quince años. Se buscan entornos, pero entornos independientes (que siguen siendo erróneos por el hecho de ser entornos), y en menor medida. No hay eslabones. La cadena es de alambre.

Un joven poeta comenta su soledad en la vida, necesaria en la creación. Afortunados los solos por que ellos vivirán con las alabanzas de la justicia.