Deseaba dos cosas más que nada en el mundo:
enseñarte la nueva chaqueta azul marino
y darte un gran abrazo.
Acudí con los propósitos cerrados.
Venías deprisa, corriendo.
Nos fundimos como el amor de noche,
tu cabeza en mi pecho, mis manos
acariciaban tu dulce rostro.
Te acurrucabas y sonreías.
Al despegarnos una mala impresión:
me has llenado de caspa compañera.