viernes, 25 de marzo de 2011

Nicanor



El mar siempre es grande. Nunca se pierde el hombre en su inmensidad. Repito una a una las estrofas de esos poemas casi desdibujados del cuaderno marrón. Tengo cada día más frío, y aunque me abrigo, necesito una dosis bien fuerte de Nicanor para entrar en un calor falso.

El café es extraño hoy. Todo es mentira. El miedo y el respeto han dado paso a la ausencia de clase. Por más que intento recordar (hasta imagino sus vidas en secreto) no encuentro ningún buen poeta sin clase. Locos, bohemios, extravagantes, maricones, los hay de todo tipo. Diferentes, comunes, serios. Una pizca de la clase necesaria es evidente. Y aquí todo es importante.

Salto al vacío. Cierro los ojos. La postura del silencio no ha conseguido el objetivo. Hay que elegir. En la vida hay que elegir. Olvídate de los intereses personales, de las promesas incumplidas, de los deseos propios y ajenos. Olvídate. Salta al vacío conmigo. Te doy la mano. Pero olvídate. Confía. Nunca es tarde.

España está llena de aprendices de poetas, que naturalmente no disponen de la mínima y exigente clase personal. Y eso aburre. Algo más que la falta de lección personal. Blanco o negro. Bueno o malo. Rubio o moreno. Todo el mundo está anclado. El mar me pierde.

La moda no conviene. Y esa falsedad delimita tus actuaciones. Todo está bien. Todo es grande. No lo olvides. Todo, menos tu poesía. De tu persona ni hablamos.