Todo el origen de la crisis que vivimos es social. Los seres humanos han dejado su esencia para convertirse en especuladores del absurdo. Y han conseguido un resultado nefasto. Tenemos mucho trabajo, hay que empezar desde la base, como Sir Francis.
Vuelvo a casa. He cenado con Juan Ignacio Zoido y un grupo reducido de amigos. Zoido es el candidato popular a la alcaldía de Sevilla. Y tenía muchas ganas de escucharle, de observar sus reacciones, su defensa y su ataque.
No saco conclusiones, más aún sabiendo que estará leyendo este cuaderno en estos momentos. Prefiero decir que quiero para Sevilla un alcalde enamorado, y Zoido está enamorado de la ciudad. Y nada más. Su capacidad de convicción la pongo en entredicho, su falta de carisma también. Pero tiene quince ideas claras, las justas y necesarias.
Mi voto es un secreto a voces. El no voto es mi hecho. Pero no se lo digas a nadie.
La única preocupación que tengo en estos momentos es la juventud y su talante, su pasividad, su acostumbramiento. España es el país de Torrente, de Belén Esteban y de prensa y tele rosa. De mierda y regocijo. España huele mal. Huele a tele basura.
Mis círculos dejan de ser cerrados para hacer lo que realmente quiero, debo y poseo. Hace frío esta noche de marzo. Vuelvo con la cabeza alta y un sonido a olvidar que no respeto.