EN la razón de la palabra existen varias fases. Son
acuerdos verbales, composiciones. El hacedor de versos no ha encontrado el
camino, muere buscando fases.
Una fase es la justificación del tiempo compartido. El ritmo suele aparecer en la primera fase, a veces hasta el tono. No hay que hacer comentarios, en los mundos singulares y sucesivos el ritmo y el tono son una misma causa. La localización precisa de adiciones, de gérmenes, no existe lo perfecto. Por ejemplo, cuando Jenófanes hablaba de la naturaleza, pensaba que los cuerpos eran celestes. Y los cuerpos son blancos, contienen los colores, las versiones de toda concentración. Heráclito en persona reprimía.
La fase es el misterio telúrico, nublado. La fase es lo probable, la afirmación de la pluralidad, la determinación.
El poema es el desarrollo de todas las fases en versos establecidos, lo llamamos discordia, infinitud, grandeza. La fase es aritmética, un principio primario. Los poetas de la verdad, aquellos que han encontrado la razón de la palabra, velaran por sus sueños en la azotea. En cambio los opuestos son una negación del dualismo poético.
Existe el blanco porque existe el negro. El calor por el frío. La derecha por la izquierda. Unos sin otros no se conciben. Los versos aparecen cuando la voz engaña con palabras. Y la palabra es razón, es dualidad.
Nuestro universo está representado en esferas, en círculos cerrados, geométricos, personales y sabios. ¿Dónde está la unidad? Sonríe dios. Y lo hace con sorna.
¿Has cambiado el problema por la suerte? ¿Sin dualismos? ¿Eres poeta? ¿De verdad? Te guardaré en la memoria de los necios para saber que siempre, en la razón de la palabra, existen varias fases. Las llaman equilibrios y proceden del límite, de la verdad. Es la creencia, la discordia, la vivificación.