UNA vez un pájaro muy generoso recogía insectos de la hierba
y los repartía entre todas las aves cercanas. Es noble quien es comprensible,
quien contempla. La soledad gozosa determinas, la más pura de cuantas soledades
en silencio se requieren. La actividad del pensamiento y la palabra. La
actividad de los sentidos se engrandece en soledad. ¿Hacen falta los seres,
otras compañías, acaso el alimento?
Los asuntos de los hombres no interesan. Los guardianes del silencio hacen de camaradas, susurran en voz baja, sin gesticulación, el triunfo de la persistencia.
Se está muriendo el pájaro. Apenas ve y reparte los gozos a sus enemigos. Éstos intentan aprovechar un súbito descuido para destruir las tendencias con deficiencias. El relato no será la inmortalidad del pájaro.
Se condena a la muerte con forma de figura. Hoy mi muerte es un pájaro. Un ave de cristal, una presencia. Aquiles en Tesalia. Sócrates en Atenas. El pájaro es el modelo divino de la razón de la palabra, el término retórica en su unidad.
Suenan las sinfonías, el lenguaje articulado, lo posible y lo probable. Hay una sombra de un pájaro que reparte versos, el logos, la razón de la palabra.
Mientras paseábamos por Barcelona los pájaros se ocultaban entre los muchos árboles de la ciudad condal. Confundimos el cincuenta con el veinte como en libre de la tormenta. Amo a los sencillos, aquellos que discurren en la armonía más plena, los que saben sentarse desde su interior, los sinceros, los legítimos, los persistentes, los humanos.
Este tiempo que corre no es el mío. En la naturaleza la reflexión será pura palabra. La soledad y el silencio.