SOMOS la transferencia del alma de los pájaros en nuestro
entendimiento. No hay limitaciones mientras exista lo justo y busquemos la
armonía. Cuanto nos aparte de ello debilitará el caudal de creación y
aparecerán las rocas que impiden el fluir y el recuerdo.
Somos la mansedumbre, un puñado de huesos hacinados sobre la piel del mundo. Y así pasan las horas, entre los libros de Leopardi, de Rilke, Pound o Eliot, y las hormigas, las nubes, los árboles y los pájaros.
Si pudiera morir y estar vivo otra vez para contarlo vendrían los hemisferios, los trópicos, la sombra de la tía Juana en el patio vegetal de Marqués de Comillas y las llagas levantadas del suelo de la azotea de Moguer.
Hay un poeta italiano que inunda la cabeza, nació en Florencia y dice llamarse Dante. Nunca estuvo en el infierno, ni en el paraíso. Viajó hasta Rávena, involuntariamente, para morir. Y su muerte fue vida por los siglos de los siglos.
Somos la transferencia. La verdad y el sentido, la razón de la palabra que nos hace nosotros. Que nos hace morir.