Es muy fácil caer en la trampa de la poesía actual. Todo en ella es artificio, en sí la trampa es un acto ilegal, ilícito. Se envuelven los versos en marroquinería y el fulgor es sombra, el adalid sucumbe.
No dejemos que la nada nos corteje, que nos cubra parcial o totalmente. La pureza es la fuerza de la tierra. Nos debe dar igual que la tierra esté húmeda o los terrones secos. La tierra es energía, eficacia, capacidad, amor.
Leemos a Platón, a Anaximandro, a Heráclito. La tierra y el principio. La mentira se usaba como falsa verdad, pero dábamos cuenta de las apreciaciones.
Tengo un acebuche con un tronco hueco. Le he puesto piedras blancas. Ese vacío interior es un artificio donde caen los pájaros. Las piedras atraen con su belleza y brillantez, pero el tronco está hueco. No hay nada. El aire representa los versos que no dejan los desvíos. Ese espacio no es espacio.
La poesía que se escribe ahora, como el tronco hueco, se llenará de piedras, y su peso extremado cansará las visiones.
He vuelto a meter la mano en el hueco del tronco, apenas queda espacio. Solo hay posesión.