domingo, 28 de agosto de 2011

30 (Treinta)



Trataba hace años a un grupo de amigos a los que respetaba, quería y escuchaba. No eran definidos, eran determinados. Su falsedad, manifestada habitualmente en los comportamientos, se dejaba entrever en algunas acciones. En una ocasión le comenté en privado a uno de ellos, que sus actos fingidos e hipócritas me dolían. No era partidario de lo simulado y ausente de veracidad.

Desde entonces dejaron de hablarme todos. Los amigos de mis enemigos nunca serán mis amigos, serán mis enemigos.

Los enamoramientos egoístas existen. Hay que diferenciar el calor del frío. La pasión del desamor. Si volviera a nacer pediría no ser mujer, aunque también pediría no ser hombre. No quiero volver a nacer. Una vez es muchísimo, dos es ordinario.

La sombra del pájaro es muy pequeña. Como lo es la cabeza de El egoísta. Joyce escribía artículos en una revista del mismo nombre, y desató la pasión de Pound, Yeats o el propio Wells. Todas las sombras son pequeñas, y están ausentes de fingimiento.

Una sombra muy alta, que está pegada al cuerpo, simula un verso largo. Las sombras de tus brazos suelen ser verso corto. Las ramas, paraísos, una rosa de luz y alguna espina (¿o tal vez es metáfora?). Lo que no se define contamina. Elegir, elegir, nunca lo olvides. Y si debes llamar a la puerta de otro, educado, correcto. Lo hipócrita es mentira, la poesía verdadera.