domingo, 9 de octubre de 2011

71 (Setenta y uno)



Apúntelo en la cuenta de mi madre. Esa era la expresión que repetía de pequeño para poder tomar prestado algunas chuches en la tienda. Y lo que resultaba gratuito acababa costando una eternidad. Apúntelo en el poema de don Nicanor. Y ese verso quedaba siempre anclado en un calor de sombras y de vida.

He convocado una reunión urgente de animales. He llamado –a voces- a los pájaros, los insectos, los roedores, los felinos, los cánidos. Deben acudir todos. He vuelto a preparar el porche de la piscina para ello.

Vamos a tomar las poesías completas de Nicanor Parra y leeremos los versos sin parar. Estemos el tiempo que estemos. Como si es una eternidad.

Lo eterno y lo inmutable no resulta temporal. Ni espacial. Han caído los frutos del árbol de dios. Ha dado el visto bueno. Y Platón va a redactar un nuevo diálogo sofista. El Nicanorias.

No pararemos ni siquiera de noche. En el silencio la voz se funde en las estrellas.

La eternidad no conoce deseos, vive en la noche.