miércoles, 26 de octubre de 2011

88 (Ochenta y ocho)



Nuestro mundo está triste. Falto de templanza, tendiendo hacia el vacío. Lo bello ya no es bueno, es verosímil.

El poeta nunca será un animal político aunque los clásicos pretendían acceder a él mediante esa fórmula. Utilizaron sus inclinaciones naturales, sus fundamentos, las leyes manifiestas. Decía G.L. que Ovidio fue la inspiración de Agustín de Hipona en muchas de sus declaraciones. Exactamente en todas aquellas en las que se ve, se aprueba y se empeora.

Las inclinaciones siempre son naturales. El término está relacionado con el de declinación de la física epicúrea. La inestabilidad del todo, el desconcierto. Los asuntos de los hombres no merecen consideración, aunque hay que tenerlos en cuenta. En cambio los asuntos de poetas merecen todo el respeto pero nunca serán tenidos presente.

El poeta es un títere platónico, pero su esencia debe ser tomada en serio. En el Filebo y en el Fedón existen contradicciones, pero ese hecho de contraerse nos reporta deseo, necesidad de sentido y de impulso.

Una inclinación es el amor a la originalidad, a los límites, al movimiento circular. La identidad del poeta pasa por la búsqueda de sus inclinaciones, repletas de matices. Eliminar los desvíos a través del desconcierto.

La admiración, el origen de la filosofía, es una forma de desconcierto. La poesía es identidad, matices (exactitud).

Hoy veo al mundo triste. Todos somos Eutidemo. Las calles están repletas de desvíos. Y un desvío es confusión. La confusión no es desconcierto, es vagar en la poesía.