sábado, 22 de octubre de 2011

83 (Ochenta y tres)



No consigo recordar el justo instante del inicio de la disputa entre poesía y tragedia. Platón sobre un gran tronco y los animales escuchando sus réplicas. Era un gran desafío. La medida poética es expresión y comprensión. No hay hostilidad, aunque Platón se empeñe en el recelo.

La poesía no es rendimiento, es sustancia. La poesía no es jerarquía, es estabilidad.

Una propuesta siempre nos conduce a las pasiones y, con ellas, la verdad nos utiliza. Dentro del laberinto todo es mito. En el Eutidemo se define como complejo, pero es sabiduría. Nunca seremos Dédalo, en todo caso símbolo, alegoría. Heidegger estuvo muy cerca, sus ojos se nublaron en la obra de arte.

Fuera del laberinto aparece la ignorancia, y el arte a su servicio. Lo artístico es símbolo.

Platón sigue en el tronco de la encina. Los topos se han marchado. Miro la rosa que llevo en la mano. Se marchita por momentos. Corro hacia el pilón y la sumerjo. La rosa aguanta la respiración y se hace mito. La rosa es la sustancia.

Se ha empeñado Platón en que le atienda. Le he dicho que si soporta la serie Cartoons y dos declinaciones escucharé sus réplicas. En el tiempo que Mafalda se cruza con Betty en Kensington Park, en ese justo instante, cuando la poesía se hace tragedia, todos los animales han partido.

No consigo recordar, ni tampoco perder. Platón se ha levantado y marcha hacia la puerta.