La traducción de Gabriel Insausti de los Poemas de guerra de Wilfred Owen (1893-1918) es genial. Mantiene el prólogo de Siegfried Sassoon de 1920, y esos versos a modo de epitafio:
Busqué siempre el valor, pero encontré el misterio.
Busqué siempre el saber, pero encontré el dominio.
Owen descubrió otra forma de vida, le impactaron sus vivencias e hicieron que sus ojos observaran el mundo de manera diferente.
Olvidé invitar a los sapos y a las ranas a la lectura de los poemas de don Nicanor. Ellos han aparecido solos. Una rana verde ha subido por los ladrillos de la fachada hasta las tejas. Dice que allí el tono se percibe con valor, con misterio, con saber, con dominio.
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Mientras leía los versos de Artefactos (1972), dos gatos se peleaban en la silla. Allí tenía el libro de la BAC Los filósofos antiguos (1974) de Clemente Fernández. El fino papel biblia rosado había sido utilizado como arma arrojadiza, como artefactos. Logré apartar a los gatos pero habían destruido algunas páginas.
De la 208 paso a la 217. De la República (596b-596e) damos un salto al Fedro (245c-246b).
He buscado el valor en los versos. En la poesía encontré el universo entero y todo el proceso de generación. Siempre he utilizado una misma línea que sirviera de guía, un registro del que -en algunas ocasiones- no he podido salir. Intenté ser artesano, operario, contrario e invisible.
El cielo entero, la noche y las nubes, han sido testigos del interés. El resultado es el comienzo, exclusivamente el comienzo. Buscaba el saber y encontraba el misterio. La necesidad de escribir es una ley, un ejercicio corporal repleto de riqueza. Permitidme que lo siga intentando. Todas las demás cosas no interesan, la poesía es la sustancia primera, la definición de hombre.
Desde el tejado la rana dice que siga leyendo a don Nicanor. Ha venido a buscar el misterio y ha encontrado un fantasma.