Dentro del laberinto hay que correr. Abandonar las curvas que aparecen en ángulos. Saludar a los pájaros, respirar nuestro verde. Dentro del laberinto no hay nombres ni personas. No secuestran virtudes los menos sabios.
Todos los ignorantes se centran siempre en torno a un indolente. Como en el laberinto las plantas. La sugestión nos cansa. Es la norma.
¿Y si viene la noche? Todo aparece oscuro y desolado. Silencio de animales y una gota de agua con fondo de palabras. La norma es la sustancia, la libertad. La norma es el verso.