martes, 17 de agosto de 2010

The Face (diecisiete) (Tercera Inclinación)



Como quien abre una puerta. Odio el mal estilo y la poca clase. Eres el principio de alegría. Una vida desgastada. Cuantas cosas que no sé de ti. Y cuántas dejaré de saber. No volveré a verte nunca más. Envejeces por momentos. Ese principio de energía no quiero malgastarlo en esta noche. Los obstáculos del alma desaparecen.

Odio la falta de clase. Y no somos amigos. He oído cientos de lecturas en los últimos años. Y la voz del poeta en sus versos cambia de acuerdo a su estilo, a su clase, a su posición. Los hay borrachos, malversadores de versos, con voz de ángel (es un decir, de ángel desalmado), cursis, fríos, anónimos, geniales.

Antes comía tomates y sardinas. Tomates de Lepe, de Los Palacios, y últimamente de mi casa. Los tomates de Siltolá son los mejores. Después pasé al plato más elaborado. Y por último en Londres aprendí que la ensalada de mango y piña con salsa de yogurt y menta (a la que añado una pizca de pimienta) es una delicia. La bebida no la cambio por nada, el MM refresca, llena la puerta que abro, y no es del armario. Ni siquiera una inclinación.

Llego a casa y me comen las arañan. Al menos no causo una digestión pesada. Olvidaba los tres escalones y tuve que acompañarme del bastón.

No se puede vivir sin aire. Las flores se apagan aunque esté nublado. Dicen que lloverá mañana. A las nueve el cielo ha ennegrecido su discurso. Yo quisiera vivir sin agua, pero el césped se muere. Y te guardo en el cajón de la vida para siempre, pero es egoísta, muy patético, como esa palabra que pronunciaste a tiempo, en tu discurso, no era una lectura, era una vida.

No dejo de leer a Dante. Me llena. Como un pescador lejos del mar, en el purgatorio todos nos enamoramos de Beatriz. Y Beatriz viene, como una farmacéutica pelirroja. Como una camarera de recuerdos.

La noche está gris. No quiero conducir. Me duele el tobillo, es el izquierdo. Tú no necesitas a nadie. Nunca fui la razón de tu vida. Un pirata en bolas y no conozco a ninguna persona. Esto ha cambiado una barbaridad. Todo se ha vuelto más cursi, más poético y más anticuado. Políticamente correcto que diría el tomate.

Me gusta ser desagradable. Los amigos responden una vez. Sólo una vez. Dos es una inclinación. Se me queda pequeño el cielo. No quiero vivir y lo soporto como puedo. Abro una puerta. Gracias.

Hasta nunca señores. Nunca fuiste el principio de la alegría, más bien del desconcierto.