martes, 24 de agosto de 2010

The Face (veinte) (Tercera Inclinación)



Siento vergüenza. Un poco o un mucho, pero la vivo. Llevo dos noches con un fantasma en mi habitación. Me acuesto y en plena madrugada alguien, de pronto, me acompaña. Se hunde la cama y hasta huelo extraño.

Me levanto con miedo. Son las cinco. Pienso en llamar a mis hijos por si ha pasado algo, pero fumo un cigarro y otro, y llega la hora de la vulgaridad.

¡Qué vergüenza! En otra vida me gustaría ser mujer. Son más hijas de puta que nosotros. ¿Qué habré hecho yo para merecer esto? Pero algo tuve que hacer, en algún momento. Y ahora de nada sirve menospreciarse. Nada limita la sinceridad. Me jodo y bailo, con un cigarro en la mano, y a las cinco de la mañana.

Pensé que era dios. Pero no he vuelto a tener señales de humo desde entonces. Luego imaginé que eras un fantasma, pero resulta que tu vida está vacía. Eres un amargante chicle sin azúcar. Y morirás amargada, como lo hacen los pepinos.

No levantaré sospecha de las cuarenta y nueve mil intenciones consumadas. Me importa un calabacín. Algo habré hecho. Pero resulta que la vida reporta energías, como la nocilla, y tu vida está vacía. Estás amargada. Nunca asumiste la realidad del desconcierto. ¡Jódete!

No hará falta que te acompañe un fantasma, ni que sienta vergüenzas. Nada es lo que parece. Te morirás joven y sin clase. Ya me encargaré yo. Por menos de un puñado de euros, alguien te pega un tiro en la sien. Y no aparecen los fantasmas, ni sientes vergüenzas.

Nada es lo que parece ser. Nada es lo que dices. Nunca asumiste la verdad y yo no voy a pagarlo. No lo merezco. Es un elemento de nostalgia o una invitación. Es algo más. Has intentado herir y te has herido tú. Sigue. ¡Vamos! ¡No te cortes!

El poder lo tiene quien se acuesta conmigo a las cinco de la mañana. Una sensación y muchas arañas. Y ese fantasma me habla, en voz muy baja. Y dice que te mueres, poco a poco. Que se acaba la vida. Tu vida.

Ahora soy Platón. Nada puede dejar de ser si es un filósofo. Un simple y elegante filósofo con chaqueta y corbata. ¡Olvídate de mí, por favor! No existo. Yo soy, pero no existo. Nunca fui. Y las intenciones las reparto a la puerta del corteinglés. Gratuitamente, y a los desgraciados como tú que ni siquiera aceptan bendiciones.

Te he dicho muchas veces adiós, pero no las aceptas. ¡Jódete! Yo soy muy feliz estando solo. Y tú, ¿qué sabes? si ni siquiera entiendes las palabras.

He aprendido a ser feliz. Mis miserias han hecho unas virutas en la vida, virutas de taller que apenas se han clavado. Soy feliz, y seré muy feliz. Estoy en ello. Sin vos, sin ustedes, sin nadie, sin mentiras. La verdad me completa. Soy feliz.