miércoles, 11 de agosto de 2010

The Face (trece) (Tercera Inclinación)



Una verdad establecida siempre nos repara en el recuerdo. Es verdad que no puedo conducir. El tobillo está destrozado y apenas me muevo. Mojo la pierna de vez en cuando y libero frustraciones. ¡Menudo veranito! El bastón es más chic que la muleta, pero no que el capote. No voy a pasear con capote y montera, sería muy catalán. Lo hago entonces con bastón y sombrero de paja.

Me dicen que soy un tecnócrata por el atuendo, y les repito que muchos tecnócratas salvarían este país. No lo duden, es lo que necesitamos. ¿Saben que el gobierno y la oposición de esta España nuestra están plagados de incultos sin estudios, premiados por favores de los diferentes partidos? ¡Maldita Nerea!

Leo defensas y críticas a los nocilla, y sonrío. Para mí la Nocilla es una crema de cacao con avellanas y mucha grasa. Nada más. Hombre, si a la literatura se hubieran acercado como calabacines sería otra cosa, pero la perversa crema que endurece si la refrigeras, ¡es tan vulgar!

Los cuadros están torcidos. No llego con el bastón a ponerlos derechos. La goma de la base ensucia las paredes en el intento. Tendré que pintar. Pintar monas y santos.

Observé a TRR en Londres. Mi aspecto era tan sucio y desangelado que me limité a sonreír. Vestido de torero no quería responder a sus preguntas. Tampoco quería dar respuestas. Mi espíritu estaba ausente. Él observaba unos libros con pasión, con la pasión del tecnócrata de los libros. Con el interés del amor poético.

Las nubes en Londres aparecen y desaparecen entre los veinte y los veinticinco grados. De vez en cuando unas gotas. Es tan simple la vida como una predicción meteorológica. Los libros no se mojan, poseen un halo mágico que les protege.

Una verdad siempre es cierta, nunca es verdadera. Una visión no dificulta, recrea. Y no existen los sueños. La realidad establece nuestra prudencia, sin ella, seríamos tecnócratas.