viernes, 18 de noviembre de 2011



EL día que Pound falleció estaba sentado en una silla. Una silla de anea. Pablo me ha dicho hoy varias cosas sobre sus novelas que han elevado mi estado de ánimo, no de anea. Madrid se ha quedado pequeño. Mientras José Manuel tocaba el saxo, no dejaba de pensar en la injusticia que algunos ignorantes cometen con la obra de JRJ.

Como dice Andrés, Carmen Hernández Pinzón conoce la obra del poeta de Moguer mejor que nadie, y es que ella aporta un aspecto que los otros desconocen, la vida, el entorno, la majestuosidad.

JRJ fue un escritor inmenso, eterno e infinito. El 27 intentó paralizar su expansión pero, en el fondo, quedaron ridiculizados por su propio espanto.

Hoy un pájaro se ha posado en mi habitación con una imagen. No eran los personajes que aparecen en la foto de Granada. Tampoco los intelectuales de antaño. Solo era la verdad, la propiedad, la condición.

Hay dos opciones graves y una es la auténtica. JRJ deseaba, deseantemente, que la verdad fluyera. Su obra más importante permanece, y lo hará por los siglos de los siglos. No quieras esconderlo, nunca podrás hacerlo.

Lo auténtico es un pájaro, una silla de anea, un estado de ánimo que los otros no entienden. Debo darle las gracias a J.U. por una decisión que tomó hace unos años. Gracias a sus errores puedo leer lo cierto, puedo hacer lo que quiero, puedo reconocer que la filología no existe ni se enseña. Quiero darte las gracias sentado en una silla.