jueves, 14 de abril de 2011

6. (La máquina del tiempo)



El alfabeto es la máquina del tiempo. El poso que deduce todas las intenciones. Un lugar, en la sombra, que ejercita solemne la modestia. El desorden del tiempo, curiosa introducción. Siempre estamos los mismos. El debate comienza cuando estamos los justos. Si no hablas, no te veo, y así pasan las horas de la histeriagrafía. Ser amigo del alma es rechazar la hipérbole. Es la cursilería. Quiero vivir mi tiempo, y ser contemporáneo. Y asistir al debate viviendo entre lo exacto. Intento inmiscuirme y soporto el rechazo. Encuentro la verdad, un diálogo apócrifo que crece en humanismo.

La posibilidad se muestra en nuestra propia esencia. Y ser existencial, ignorar la grandeza de nacer despiadado. Se me condena a muerte por los actos del gesto. El punto de cinismo no sabe de la nada. Poeta, tú, el mismo acento, debes bajar del cielo hacia la tierra. Y aprender de los hombres y la naturaleza. Infinita conciencia esencial, y discurso, y verdad. Buscar el intermedio en las obras platónicas.

Todas las conclusiones suelen ser una pérdida. Como el beso de ayer, comienzo del principio. La manera normal de decir que te amo. Después de esto salgo, defino, desespero. Las grandes obras nunca se acaban de leer. Fracasas y descubres que dios no está presente.

No comparto la forma de escribir la poesía. No defiendo que un grande habite entre los nuestros. El tiempo lo dirá. Quinientos años. La vida es ya la muerte, y nunca me desprecia.