martes, 5 de abril de 2011

Independencia



Preparo Faltan palabras en el diccionario para su envío, y recuerdo. Los versos los repito de memoria aunque algunos estén escritos en 1980. Miro de vez en cuando el pequeño cuadrito de Edgar Neville. Cierro los ojos y observo los colores, los trazos, los árboles estilizados y el grueso marco blanco roto.

Hace tres años acudí a un centro de enseñanza de adultos. Cuando llegué (un día de bochorno insoportable) las alumnas tenían en los tablones de anuncios mis poemas. Incluso me recitaron uno: “Sin que venga la niebla”. El tono que imprimía, una señora mayor, mientras declinaba los versos, me ha recordado a Neville.

Cambio palabras. Cambio versos. Modifico una puntuación extrema por otra más suave. Enciendo un cigarro y de fondo Delibes (Leo). Suena el teléfono para interrumpir un punto y coma.

Quiero amar a Saint-Saëns, pero Leo me fascina. Ahora los pasos los doy medidos. De losa en losa. Antes podía ir ganando algo más, pero no reconforta. Encuentro un email de enero de JC sin contestar. Ya es tarde. Me aprietan los pantalones. Y siguen faltando palabras en el diccionario.

Mientras mis compañeros de generación engrosaban las listas capuletas de la experiencia, coqueteé con la diferencia. La experiencia era muy triste, se cabreaban mucho, hablaban siempre por teléfono sin conclusiones y, principalmente, comían muy mal: un sándwich mixto, una triste ración. En cambio la diferencia era de mantel, copa y puro. Exquisita comida.

Tanto en la experiencia como en la diferencia había buenos poetas, aunque unos a otros no se reconocían. En 1992 dije adiós a ambos, y me fundí en el sueño de los justos. No soportaba tanta miseria, la seducción engañosa de la podredumbre.

Ahora, después de muchos años, compruebo que siguen igual. Eso sí, más viejos, con canas y correo electrónico. Tristes, como ellos solos. Y ninguno ha descubierto la independencia. La bendita independencia que enriquece. Como la de esa señora mayor que recitó un poema en un tono fanático sin admitir intervención ajena.