Desde el día de ayer mi concepto de la vida y la literatura ha cambiado mucho. Desde este momento los acontecimientos surgirán de forma exponencial, quiero decir, ajenos a los impulsos. Se apaga el interés, como se apaga la llama, y no tengo a mi lado a Juan de Yepes para apoyar en lo inapreciable.
Puede que Andrés Trapiello tenga algo en sus escritos que nos engancha. Comienzas una lectura y no puedes parar en una página concreta. Ocurre lo mismo con Ulises de Joyce. Hasta ahora Trapiello se ha limitado (en buena parte) a narrar definiciones y acontecimientos, no considero que su escritura sea un diario, más bien es una manifestación literaria de la propia vida y sus impulsos.
Todo el mundo puede escribir un diario. De hecho es uno de los regalos de más éxito en una etapa concreta de nuestra vida. Pero hay diarios vacíos y otros, en cambio, reportan la necesidad del escritor. Es como el huevo de Twitter. Miles de no imágenes representadas por un simple huevo en el universo virtual.
Cuando leo a Trapiello recuerdo a los presocráticos. Sobre todo a Jenófanes y a Anaximandro.
La antología de Cumbreño causa furor. No paro de recibir mensajes de lectores que dicen haber descubierto a un poeta inmenso y diferente. Y tienen razón. Para José María la unión de los géneros es la precisión del propio lenguaje. Es su propio estilo.
Y nadie se moja. La vida literaria nos aburre. Ocurre lo mismo con Ulises de Joyce. Ulises es un aburrimiento necesario. Y sobre todo, no puedes dejar de leerlo.
Entre las palabras que repito con más asiduidad se encuentran silencio, noche, defensa, pureza y definición. Esas cinco palabras definen pobremente la obra de Trapiello. Su literatura es mucho más rica y comprometida. Ha creado un nuevo género literario, el género Trapiello. Es la intelijencia de JRJ.