martes, 5 de abril de 2011

Feria del Libro de Sevilla



He dicho innumerables veces que la política debe estar fuera de la literatura. Y de la cultura también. Lamentablemente los políticos, esos que tienen vocación de asco y jodienda, lo intentan acaparar todo. Y el resultado, pongamos un ejemplo, la Feria del Libro de Sevilla.

O se tiene el carné de un PSOE que agoniza y se resquebraja, o no se puede hacer ninguna actividad cultural que beneficie a nuestra ciudad hispalense.

Las cuentas de la Feria del Libro de Sevilla son las cuentas del gran capitán. Analizamos ingresos, apartamos lo que nos vamos a llevar (un año tocándonos las pelotas por quince días de trabajo) y con lo que sobre, hacemos un poco de cultura que los imbéciles ciudadanos y ciudadanas de esta pobre ciudad (ya pueblo) ni se enteran.

Y la Cultura, al carajo. Traemos a uno o dos nombres de cierto peso visceral, y para el resto de actividades contamos con la múltiple hornada de escritores hispalenses faltos de cariño y con un ego como ellos solos. Les invitas una vez, y acuden setecientas (y gratis).

Sevilla tiene lo que se merece. Un pésimo e inculto alcalde, una consejería de incultura, y una organización que prefiere otorgar la plaza de San Francisco a los cierres de campañas electorales del partido antes que llenarla de casetas de cultura.

Así nos luce el pelo. Canosos o calvos. Infortunados y tristes. Pobres de espíritu que verán sus bolsillos llenos, y este año un poco más (hay que agarrar todo lo que se pueda que el año que viene no saben si estarán aquí). Pobrecillos, es la ley de la morcilla: si le preguntas no te responden, de color negro pergamino, y cuando te ven se arriman a estrecharte una mano morcillera.