domingo, 7 de junio de 2009

Leer en el Infierno



Un poeta joven decía esta semana que mi generación había leído y leía mucho más que la suya. Y que la belleza formal no hace el poema, falta el contenido, la chispa. Por eso la poesía actual está falta de chicha y de limoná.

Un ejemplo lo tienen en las “pijotillas de Númenor”. Leen poco. Se leen a sí mismo y se vanaglorian unos a otros. “Poema cojonudo”, “Magnífico”, “Genial”. Y se lo creen. Que guardan la forma, no lo duda nadie, pero falta el contenido. Hoy se lee poco.

Imitan a Trapiello, y buscan y rebuscan libros viejos porque está de moda, pero nada más.

Otra cosa es el Infierno. Exquisito Fernando Ortiz, sublime de forma, pero salvo un milagro lírico, nada. No pasará más allá. No dejará sus huellas en el Parnaso de la historia de nuestra poesía.

Se escribe bien, muy bien diría, pero nada más. Y hay pena. Pena, penita, pena.

Hace falta leer, aunque sea en el Infierno.


UNO

Nunca arderemos en el infierno mientras seamos uno mismo siempre.

DOS

El diablo de cada uno aparece en nuestro propio espejo.



Publicado en este Cuaderno, en la etapa anterior, el 23 de abril de 2.009.