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jueves, 2 de mayo de 2013

La iluminación




HOMERO en boca de Ion. El arte es adivinatorio, místico, la magia es la materia de la poesía. Pero se formula una amplia contradicción en el discurso de Sócrates. ¿Es la misma persona? Sócrates ha escuchado de Ion aquello que pretendía oír. Le llevó por el camino de la iluminación.

A lo largo de la historia de la poesía, algunos autores han conseguido encontrar la luz que se desliza por la tierra, la iluminación de una esencia jugosa y persistente. Y ese bosque o centro o conjunto de matices, eleva la propia dignificación, la sustancia sublime. Es la iluminación.

Sigo en la rama, encogido y observante. A lo lejos la sombra de E. y todas sus presencias. Abajo, junto al tronco de la encina, el gato negro aguarda una caída, un desliz fugaz que proporcione el alimento necesario.

Hoy las nubes han bajado mucho, casi puedo tocarlas desde la rama. Sócrates sigue dialogando con Ion. La magia se resiente, la iluminación es la claridad, la verdad y la virtud, la ética y la poesía.

Quisiera descubrir todo aquello que Ion cuenta a Sócrates con símbolos y señales. Lo simple es lo complicado, la cordura de estar deteniendo el tiempo en un instante. La dificultad cansa, limita, invita a dar un salto a la nube más cercana, esta representa las octavas reales. Espero aprender. Corro hacia las estanterías de colores y tomo unos libros. Viajaré con la  nube, en la nube, sobre la nube.

En la elección detengo el tiempo. Se han callado Sócrates e Ion. Permanecen inmóviles. Corro hacia la nube. Le indico nuestro primer destino: el banco de san Clemente.

 

miércoles, 1 de mayo de 2013

La recompensa de la satisfacción




NUNCA debes bajar de la rama de encina. Allí habita la pureza, la esencia. La recompensa de la satisfacción, el amor verdadero. Pero no el amor divino, ese que no existe ni encuentras pero que algunos creen.

Silencio. Respirar el verde, la humedad, la tierra. En el amor. Con ética y estética. No puedes olvidar que es el amor lo que destruye al hombre.

El aire más puro habita sobre la rama de la encina. En ese centro indudable que se anhela y se persigue. Sin olvidar la destrucción, el amor, el caos y la certeza. Al fin y al cabo certeza es la fuente de la primera educación, aquella que cambia el color en las esencias, es verde, marrón o azul.

No te manches de falsedad, de mentiras, de silencios siniestros. Escarba, revuelve la tierra con las manos y siente su dolor auténtico.

Es el amor aquello que destruye al hombre. ¿Lo entiendes? En el amor habita la vida y la muerte. La poesía verdadera.

lunes, 29 de abril de 2013

Los falsos




EL único principio que todo lo mantiene y lo sustenta es el amor, el eros de Platón en Timeo, Banquete, Fedro. La entrega a los demás con verdad y virtud, sin peticiones. En la falsa entrega no existe el amor.

Los no sinceros suelen elogiar falsamente, la ausencia del amor los condiciona. Los silencios son parte de esa falsedad, y los silencios falsos suenan, retumban, son silencios sonoros, como el estruendo del rayo en la nube que tiene forma de poema endecasílabo. Es la falsa entrega.

El amor es generosidad, y es también humildad. En el amor no existen las compensaciones. El amor se regala en la propia naturaleza de la superación y trascendencia.

Los falsos silencios son siniestros. No provienen de arriba, de la claridad que señalaba Claudio o el propio Platón, pero tampoco del infierno de Dante. Son los silencios sin identidad, los silencios del humo, la naturaleza mortal que todo lo envenena.

Los últimos días han resultado fríos, silenciosos. En la rama de la encina dos gorriones se acurrucan en el plumaje ajeno, en Las nubes de Aristófanes.

 

domingo, 28 de abril de 2013

La propia pasión




¿CÓMO puede el no poeta reconocer la existencia de la no poesía? Se siente incapaz de aceptar su condición de no sincero, todo lo demás le viene grande como la palmera que tiene secas las barbas y se mueve con el viento. Las hojas de la palmera emiten, con la vanidad, un ruido constante, preciso y mal intencionado.

La no poesía es no lectura, es consecuencia y acto, simulación, ejemplo, beneficio. Y aquello que, al tacto, recuerde al terciopelo dejará de vivir en el futuro.

El no poeta no puede reconocer su falsa esencia, dejaría de ser un inmigrante para hacerse emigrante de la palabra. Y el mundo es verbo, es creación y es sacrificio.

Utilizo el limpiador de calzado para abrillantar cuanto encuentro a mi paso. Los versos que dejan de apasionar y precisan brillo, las hojas de las pilistras en invierno y la nube que tiene forma de poema alejandrino y ha dejado de ser, lleva encima a un no poeta que cree en sí mismo y no en la poesía.

Brillo, debo dar mucho brillo. Muevo el brazo derecho con la pasión de alguien que odia la ciudad donde vive, el país que habita y los versos de otros que dejaron de ser, por eso mismo.

Aquel en quien confías acabará como el injusto, sin sonreír, llorando de la rabia. ¿Hay alguien verdadero? La presencia del verbo, el sustantivo exacto y, por encima del centro indudable, la paciencia de dios que está enterrado en su árbol y ya no pide nada.

Diferenciar la verdad de la mentira es el juego más puro de la creación de uno. Pero verdad hay poco, todo es falso, tal vez el rostro de A. en las madrugadas, cuando emite sonidos irreconocibles.

Sigo en la rama de encina, aprendiendo. Estoy junto A., pegado a él. Acaricio su cabeza redonda con dulzura, con la propia pasión de la lectura a Dante.


sábado, 27 de abril de 2013

Con premeditación




ODIO la compañía. Maldigo los teléfonos. Presumo de soledad y siempre estoy rodeado de animales y de naturaleza. Cerca de los cincuenta mi país me aburre, la ciudad donde vivo me reprueba, el acercamiento es falso y está condicionado por la premeditación.

Dice el ángel negro que en otra vida se suicidó, de ahí que su existencia está condicionada en la premeditación.

Si doy un paso al frente te marchas. Si escribo una carta destruyes el franqueo. ¿Agradecer la vida? ¿Qué vida? ¿Pero hay vida? Sé de cosas que se cuentan…

La razón de la palabra es la frecuencia, la potencialidad, el reflejo en el espejo. ¿No has descubierto que la presencia en el espejo nunca es igual y siempre es semejante? Pero lo idéntico es pasado y el pasado no existe.

La templanza, cordura y sensatez, aquello que perdí en la otra vida y en esta busco y anhelo, con premeditación. La templanza es la armonía, la identidad del acto. La templanza es la razón de la palabra, de la palabra poética, que es la palabra auténtica e indudable, aquella que proviene del centro y se refleja en el espejo de marco marrón. La razón de la palabra es la fusión de la ética y la estética. El canto del gorrión en la rama de encina.

La razón de la palabra es la claridad mayor que decía Cicerón, y además su discurso en las noches de Marco Aurelio. La batuta de Toscanini, las tres cruces de Parra, el sanatorio primero de Juan Ramón.


El marco verde ya es marrón como la tierra que escarbo.