miércoles, 30 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLVIII)



Tras una leve sonrisa se esconde una personalidad muy difícil. Nunca ha acudido a psiquiatras, ni a galenos del dolor. Su mirada está perdida y sus ojos hablan de lluvia. Viste, como no quiere o no sabe vestir; habla, como no quiere o no sabe hablar; reflexiona, como no quiere o no sabe reflexionar.

El proceso de humanidad que defendemos no tiene respuestas a sus preguntas. Es un ser minúsculo a pesar de su grandeza corporal. Creí que tenía corazón y acabé averiguando que era muy pequeño.

A veces determina, y en ocasiones singulares, provisiona una porción de vida para seguir estando aquí. Pero no lo sentimos.

Es la esencia del sentido común. Ausencia plena de principios líricos. Es humo, sólo humo.

Cuando el viento de levante se despierta, y atraviesa la fundamentación del sentimiento, se esconde en su casa para no dar cuenta a nadie. Cumbreño habló de dar la cara, de estar y ser. Él no entiende las palabras de José María. Las escucha pero no las oye.

En una ocasión, un poeta acudió a un acto simple. Él estaba presente. Lo abordó como quien cruza un paso a nivel sin barreras y acaba desluciendo el acto (ya por sí deslucido).

Un hacedor de versos en dispares hemisferios. La no creación de las antípodas.

Recibí hace meses una llamada que confirmaba su muerte. Nunca sabré si falleció el hombre o el poeta. Su sonrisa se ha convertido en mala cara.


lunes, 28 de junio de 2010

(Jeremy Iustix 7)



Durante mi estancia en el hospital dudé si disponía de alma. A veces soñaba con un inmenso páramo repleto de verdades. Pero la sensación duraba muy poco tiempo. Eran frecuentes los pensamientos sobre las injusticias. Debía justificar mi tormento y la pesadilla que vivía sobre una cama manchada de suero.

Dudaba del alma, del vicio y la virtud. Encontré rectificaciones a comportamientos que realicé hace años. A veces las acciones eran leves e insensatas, probaba la inocencia o culpabilidad en todo.

Buscaba el azar, el destino. Sólo una explicación. Los vicios eran virtudes y el alma siempre era mejor. Nunca me abandonaron los dioses.

Reflexioné sobre las relaciones con los semejantes, sobre el trato y la voluntad. Inventé (por escaso tiempo) un lugar mejor, nuevo. Presumía de escapar de la verdad y habitar en una imagen de vida inconsciente. Nada me llenaba. Comencé a decir a las enfermeras que no quería recibir visitas. Intenté convencer una a otra con argumentos de auxilio. Obstinadamente eran el único motivo de confianza que quedaba.

La experiencia nunca fue un grado. Comenzaba de cero. Ni sabía ni entendía. No era experto en nada. Dejé de conocer el porqué y la propia causa. El alma estaba mezclada en el todo. Tenía en la cabeza a Anaximandro (siempre lo he tenido muy presente). Las cosas se hacen justicia mutuamente por sus culpas. Siempre por sus culpas. Y el orden lo pone el tiempo. El tiempo pone y dispone.

Apenas puedo mover la cabeza e intento descubrir aún hoy las culpas. Determinar la justicia. Y ese tiempo lo han impuesto en mi vida. Todos los planteamientos, el futuro se realiza como semejante al propio sueño, acaban siendo inexistentes. Dicen que todo se resuelve en un instante y han pasado seis meses. Todo es determinado, todo es infinito.

Nada se mueve, ni siquiera esa hoja del árbol que observo por la ventana. Nada va de un sitio a otro. La unidad permanece. Se preocuparon exclusivamente de enseñarme a moverme en un intrépido carrito de ruedas. Fue su ocupación. Cada paso que daba se celebraba como victoria, cuando en mi interior derrotaba angustia.

Cualquier alma no podía introducirse en ningún cuerpo, y menos en el mío. Opinión, ocupación, desidia. Existía el vacío real. No hay aliento. El modo de ser se confunde con ese bello páramo de verdades.

Y la verdad es que sigo cansado y casi siempre dormido. Me hacen vivir los contrarios, el bien y el mal, el vicio y la virtud.


sábado, 26 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLVII)



Hay que diferenciar entre los distintos tipos de cuadernos que circulan por nuestras venas virtuales. Aunque aparenten igualdad de plantillas o seguidores fieles, enlaces predeterminados, álogos anónimos o miserables recursos, lo cierto es que hay diferentes cuadernos.

Los hay creativos. Meramente creativos. Determinadores del sentido común y la distancia. Una muestra es un hecho y cien mil un aburrimiento.

Los divertidos prometen. Ocurre a veces que el ser divertido es finito y limitado.

Los hay reflexivos. Introvertidos post que generan detenimiento y sofisticación.

Otros son informadores. Se limitan a informar y dar a conocer la multitud de desconocimientos propios y afines al ser humano. La limitación se vuelve más intrínseca cuando descubres la incapacidad de conocer. Pero para ello están los informadores.

Los hay lamentables. No hay palabras para definir lo lamentable cuando en sí son cutres.

Y están los cuadernos de la vanidad. Ante un bello nombre (que ya contiene un punto vanagloriable) se esconde una difícil personalidad ausente de protagonismo real, en cambio capaz de realizar hazañas virtuales.

Los cuadernos de la vanidad abundan. Yo, mí, me, conmigo, y si sobra algo, me lo quedo también. La porción de sobrecarga acaba provocando un estreñimiento masivo. El dolor comienza a aparecer. ¿Un laxante? No hay laxante capaz de liberar la obstrucción de vanidad.

Baste hacer un experimento. Acuda a un cuaderno que piense es vanidoso y lea las diez últimas entradas. No falla. Ese yo, mí, me, conmigo, a mí, para mí, y todo lo bueno, genial, magnífico, que hago, creo, divierto y resucito. Es así. Vuelve a ser protagonista de una propia película (de guión, producción, dirección, realización, y efectos especiales propios). Ganadora de todos los posibles óscar de la blogaduría. ¡Cojonudo!

En una reunión de amigos dicen que quien calla otorga, pero también dicen que quien no para de hablar determina. ¿Determina? Y, ¿no es la determinación vanagloria? ¿No supone un acierto la mesura?

Hay mucha gente que odia mi vida con dios. Piensa que es irreverencia, o tal vez locura. Al menos a dios lo toco de vez cuando, y hablo con él, y le preparo el desayuno, y me ayuda a recoger los calabacines y las patatas. Pero yo no soy dios. Y lo de ayer, hoy y mañana me importa un carajo.


viernes, 25 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLVI)



Dice el poeta Elías Moro que si en el siglo VI ya se escribía como Llywarch Hen, nosotros no hemos hecho más que empeorar la lírica. Acertada reflexión de Moro.

Un idioma britónico, y una traducción impecable de Antonio Rivero Taravillo para determinar la esencia y la pureza.

No dejamos de sorprendernos con la lengua. Bien aplicada es capaz de determinar fabulaciones (como las que realiza Jesús Cotta), muestras de humanidad (baste leer a J. J. Cabanillas), reflexiones internas de literatura creativa (Tomás Rodríguez Reyes) o tan sólo libertad literaria exquisita (Enrique García-Máiquez o Aquilino Duque).

Es la lengua nuestro portal del cielo, entendido como traslado, como dulzura.

Todo se acaba. La ilusión que tenemos en las cosas manifiesta ímpetu, pero éste es muy temporal, finito.

En pleno siglo VI, el poeta Taliesin, galés y oscuro, viajó al cielo y al infierno, y lo hizo en varias ocasiones. Utilizó la lengua para determinar lo invariable de las cosas, para encender la duda entre sus semejantes.

Empeoramos la lírica con el desconocimiento de la lengua, que es misterio.

“Nadie sabe si soy pescado o carne”.


jueves, 24 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLV)



Existimos nosotros, pero ¿realmente hemos dejado de ser en algún momento? Dice dios que tan sólo existe quien realmente es, quien realmente desea ser. La duda es un orgullo, y como tal no es. Deja sitio en la pureza de la esencia, no manifiesta sus contemplaciones.

En la poesía ocurre lo mismo. Puedes ser o desear ser, pero tenerlo asumido te sumerge, te convierte en despropósito.

Los calabacines que recojo cada día, hasta que se acaben, son un verdadero y significante despropósito. Menos de un kilo y medio no pesa ninguno, y ni están huecos ni tienen pepitas. Aunque aparente cansancio en la alimentación, a la plancha, junto a unos pimientos, están exquisitos.

Siempre junto a. Todos desean estar junto a. JRJ, Hernández, Rosales. Junto a. Al lado de. No por debajo, ni tal vez por encima (¡qué burrada!). Los poetas exclusivamente observan el horizonte, nunca la verticalidad.

La realidad de este país es vertical (debe ser así). Siempre observo el huerto en vertical, nunca en horizontal. Se aprecia mejor el crecimiento exponencial de las verduras, de los versos.

Los libros de poemas que se hacen en España son enormes, como los calabacines, pero horizontales, planos. No hay repuntes de energía, ni chispa. El corazón se ha apagado como en alguien ya muerto. Una gran línea horizontal e infinita está repleta de versos.

De vez en cuando existe esa subida, como en la bolsa. Ese nombre, ese poeta que crea y existe. Que es y desea ser. Con pureza, con esencia.

Pero al momento vuelve la gran línea horizontal del desconcierto. ¿O tal vez despropósito?


miércoles, 23 de junio de 2010

(Jeremy Iustix 4)



Todos disponemos de una esencia única. Una esencia con la que nos identificamos. Una esencia que trasladamos de un lugar a otro sin dudas ni misterios.

La esencia debemos conocerla. Ocurre que cuando más nos adentramos en ella se vuelve accidental. Y así comencé la aventura de mi propio accidente. La suerte o el azar guardan relación con la esencia. ¿Quién me iba a decir que un día cualquiera de mi vida se cambiaria mi propia esencia? Hechos accidentales, regocijos, afecciones.

Nuestra esencia está repleta de accidentes. Accidentes comunes al ser humano. El mío ocurrió una mañana cualquiera en Bloomsbury. Una mañana de verano que llovía. El agua dispersa y clara que viaja por Londres en las primeras horas.

Todo se genera. Todo se detiene. La naturaleza es capaz de demostrarnos que la espontaneidad no existe, y si alguna vez aparece, es incapaz de generar esencia.

Solía generar poco, la verdad. Mi producción era escasa y disfrutaba con las clases. El tiempo libre lo malgastaba en derrochar segundos familiares y minutos amigables. El teléfono y el correo hacían las veces de producciones. Producciones multimedia a las que nunca llame materia.

La esencia no puede ser nombrada, la defino mejor como denominada. Los fundamentos que provocaron el acercamiento de ese autobús hacia mi cuerpo aún permanecen en mi cabeza.

El accidente generó una esencia diferente. Cuando abrí los ojos era otra persona. Me cansé de las casualidades y acabé odiando el anglicanismo patético de las categorías. Miraba mi cuerpo, sentía la inmovilidad. Me había convertido en una especie distinta.


martes, 22 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLIV)



Un poeta bueno y un hacedor de versos me acompañaron hace unos días a una tertulia nocturna en el porche. Sin prisas, con alcohol, tabaco y mosquitos.

El poeta pensaba que para mí era un hacedor de versos. El hacedor de versos creía que era un buen poeta.

Después de charlar, discutir, hablar y leer (amén de beber, fumar y matar mosquitos), se marcharon. Casi al amanecer, con brisa de la mañana y el primer riego.

Les indiqué que cuando llegaran me dieran un toque al móvil. Simplemente por seguridad. Los picaflandes andan por todos lados y en la A-477 suelen estar.

Aún espero. No desvelé mi opinión de ambos. No llaman. Puede que les dure la resaca o tal vez, se hayan convertido al cretinismo.


lunes, 21 de junio de 2010

(Jeremy Iustix 1)



He pasado mucho tiempo en una silla, inmóvil. El horizonte de visibilidad se limitaba a una estrecha ventana desde donde la vida pasaba por debajo de nuestro pensamiento. Ahora puedo manipular este artilugio que traslada mis huesos de un sitio a otro. Del campus a casa y viceversa.

Hoy he leído en un tablón de anuncios de la facultad el disparatado atrevimiento de un universitario poco coherente. ¿Buscar? ¿Encontrar? ¿Santidad? Palabras seguidas sobre un papel impreso sin sentido.

EL PROFESOR JEREMY IUSTIX ES UN SANTO. HAY QUE BUSCAR Y ENCONTRAR SEÑALES DE MILAGROS PARA SU SANTIFICACIÓN.
INTERESADOS ACUDAN LOS VIERNES POR LA TARDE A LA DELEGACIÓN DE ALUMNOS DE LA PLANTA BAJA.

Como si de un buscador de señales se tratase sólo he podido reírme tras la lectura. Detuve este carrito ante la atenta mirada de los estudiantes. Fue una lectura rápida. Emprendí la marcha intentando acelerar, sin conseguirlo.

Mis clases de filosofía no dejan impasibles a nadie. Apenas diez o quince alumnos acuden al aula. Eso ahora, antes del accidente la clase estaba llena. Explicaba los presocráticos, leía sus textos, vivíamos la forma de sentir, de comprender, de asimilar. He visto alumnos en los pasillos grabando las clases, otros tomaban apuntes desde la puerta de entrada. ¡Era tan feliz! ¿Era feliz?

Londres es una ciudad bella. También es fácil. Pero para un desgraciado y casi tetrapléjico que se pasea en un artefacto de tres ruedas, es complicada.

Odio la dependencia. La desintegración del ser humano la provoca la familia. Todos somos dueños de nuestros actos. Cada uno depende exclusivamente de sí mismo.

Aristóteles lo explicaba como la comunidad del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto. Coincidían en unificar familia a ciudad. ¡Qué error! Eso explico ahora. El rector no se atreve a expulsarme, aunque lo tiene fácil. Mis clases se han convertido en el vertedero de la facultad. Malet Street es mi santuario.

Cuando llego a casa sólo pienso en el accidente. No dejo de dar vueltas y vueltas a un mismo hecho aislado. De nada sirve una indemnización millonaria, el consuelo de todos, la verdad del misterio. Abandoné a mi familia, dejé a un lado los amigos, y encerré los planteamientos de una vida al propio desconcierto.

No dependo de nadie, soy autosuficiente. Justifico mis actos sin exposiciones lógicas. Todo en sí es un error, como la vida. Un simple y llano error del que debemos salir cada mañana.


domingo, 20 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLIII)



Hoy dios ha izado la bandera de la muerte en La Caleta. No estaba Juanito “El Ardentía” y ha tenido que apañárselas solo con la cuerda y la altura. No tiene vértigo, tiene vergüenza, dos cojones bien puestos y ganas de hacer las cosas medianamente bien.

¿Errores? Todos los del mundo, como todo el mundo, pero nunca se esconde. Ni se tapa los oídos cuando le hablan, ni aparta la mirada en los bajos momentos.

Llora Cádiz. Es la crónica de una muerte anunciada. Ni Saramago resucitando en Lisboa hubiera hecho cambiar el destino del viento de levante.

Antonio Muñoz, vete con la fruta de tu madre, y llévate a unos cuantos contigo. El paro y la miseria se multiplican en los autobuses de la segundabé en la Playa de La Victoria.

Sobre el mástil dios ha dejado una paloma encima de la calavera. Hasta los chinos cierran negocios en Cádiz. ¡Faltan güevos!


viernes, 18 de junio de 2010

Jesús Cotta y Juan A. González Romano

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLII)



Nath ha venido a visitarme. ¡Cómo suena mi Custom! Se ha enterado que he perdido la media vida que me quedaba y ha hecho una visita.

Aunque mañana duerma en Madrid, el sábado estaré en Londres. Dice ella que he tenido mala suerte, y le respondo que la vida es el síntoma del odio. Todo por hacer y nada por dejar.

Una circunstancia es una aproximación y entre dos actos sólo queda el misterio. Aunque dios reprocha mis actos yo los apruebo. Odio la palabra valores y no permito que se repita el término en hechos esporádicos.

Poesía es sinónimo de placer y cuerpo de elemento. Venir de México a España sin escala es la fase de un neutro. Todo lo permitido es deuda aunque lo contraído se retorne al mismo fin. Debo decir adiós a muchas cosas.

Y aunque faltan palabras en el diccionario (ya se enterarán ustedes), la visita se agradece.

Me jode no tener una nevera para ofrecer hielo. Pero un whisky sin hielo sabe a gloria, derrocha eternidad.

¡Malditos mosquitos! La conquista se deshace como el agua. Y el whisky caliente aporta el calor que otros otorgan. Siento el dolor en la lengua, en los labios.

Está más gruesa. Ya no guarda régimen. La carne es el producto del pecado, y en demasía apenas se soporta. ¡Mira que soy desagradable!

De esa media vida apenas queda un cuarto. La justa medida del desengaño. La que no impresiona y reconoce. ¡Mucha suerte Ángel Mendoza! ¡Mucha suerte Tomás R. Reyes! Es la suerte quien nos proporciona ejecución.

Ahora debo dormir. Y no respondo. Escucho pero no oigo. Determino. Una visita que esperaba pero no imaginaba.

Todos duermen. Mi casa no es la casa de dios. Somos un estado laico. México sigue siendo de los cabrones.


jueves, 17 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XLI)



Hay que establecer una diferencia entre los poetas del mundo y los poetas mundanos. Los primeros suelen ser personas normales que soportan la carga del verso en sus espaldas. Los segundos son ordinarios de lo absurdo.

Una sobrecarga de tensión a 380 ha destrozado la media vida que me quedaba. Los electrodomésticos han pasado de ser del mundo a ser mundanos. Hay que tirarlos. ¡Qué absurdo!

Me preocupó el césped. Ya se han arreglado las electroválvulas y pueden seguir recibiendo su porción o fragmento de agua. Un aporte para evitar la sequía. Que me quede sin tele da igual. ¡Para lo que hay que ver!

Estar en el mundo es casi eterno. Y eso que dios oye hablar de sobrecarga y sale corriendo. Como si su vida estuviera compuesta de fases y de neutros.

Cuando ocurra otra vez lo mismo los técnicos han establecido un sistema para llevar a la tierra la subida de tensión. La pobre tierra soporta, mundanamente, todo lo que sobra en exceso. A veces hasta recibe versos impropios y ordinarios.

He recibido el segundo libro de poemas de Olga Bernad. Una joyita envuelta en versos limpios. Una obra de arte propia de los atareados. Se ha superado, Olga se ha superado. Hasta dios ha tomado el libro entre sus manos y ha dicho con el tono de Jurado: “¡Esto me gusta más que lo que he leído hasta ahora!”. Y tiene razón, las caricias ya son historia.

Un poeta del mundo debe comunicarse con los poetas mundanos, aunque sea en lenguaje de signos o en morse. Nunca se entenderán y el proceso estará incompleto.

Los poetas del mundo son fases, y los mundanos neutros. Pero por favor hasta 240 soportamos, un poco más nos determina siempre.


martes, 15 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XL)



Dice dios que puede aparecer y desaparecer cuando, donde y como desee. Le he pedido que acuda a algún acto en mi lugar y sonría. Pero por favor, le he rogado que no hable. Tiene ese tono de voz entre Jurado y Gamoneda, que a veces asusta.

Hoy he corrido hacia los pájaros. Estaban destrozando los tomates. La vida del hombre se reduce a reír, correr y aconsejar.

Me perdí en la A-472. Iba para la A-477, pero un corte en la carretera hizo que nos desviaran. A la derecha y a la izquierda de la A-472 sólo hay girasoles. Un prado verde, amarillo y rojo. Las amapolas incipientes dan el toque multicultural.

Lara se parece una barbaridad a Cristina Rosenvinge. Y ambas guardan una semejanza con Guadalupe Grande. ¿Hace veinte años, tal vez? Y veintitrés también. La correspondencia epistolar de absurdos. Escribir y escribir para no recibir una respuesta. Ni un mero silencio escrito en folio en blanco.

La música de Lara no se parece en nada a la de Cristina. Lo comercial no quita lo valiente. Recuerdo tantas cosas, en tantos momentos, que he pedido a dios si puede retroceder el tiempo, hacernos regresar a La Rábida.

Dice que no. Perdió su poder cuando decidió bajar al mundo. Pisa el suelo y huele a húmedo.

Los poetas aparecen y desaparecen como el agua en julio. Aunque la realidad dice que el poeta de agua mineral nunca sonríe.


lunes, 14 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXIX)



Es pésima la envidia en la literatura. Muchos apuntaban y escribían sobre ello en los últimos días. Creo que se está produciendo una transformación importante en la sociedad. Ahora los envidiosos son más envidiosos.

No estoy conforme con los artículos de diferentes medios, como el de El País, este fin de semana sobre la nueva poesía. Están cerrados. No hay aperturismo, no hay opción a lo evidente. ¿Será la envidia? Evidente envidia. La ocultación de la realidad es un mal poético. Tanto crear, alabar, cantar y generar, para quedarse anclados en la imprecisión.

Por fin he mantenido una conversación con dios sin prisas. Estaba cansado. Muy cansado. Me reconoció estar bien, tranquilo. Bien alimentado y entretenido. No se arrepiente para nada de haber venido a vivir conmigo, aunque –argumentó- soy un mal compañero.

Dejó la eternidad para bajar al mundo, estaba hasta los mismos de las que él denomina “cazadoras de pitos”. Llegas al cielo cuando es la hora de la verdad, y les recibes con agrado, haces de anfitrión. Presentas a los más cercanos, les acoplas y resulta que ven en él un poder inusitado y un atractivo divino.

La envidia otra vez. Esas “cazadoras de pitos” no saben que en la eternidad no hay sexo. Y si lo saben les interesa más el poder que el placer.

Cansado de sufrir “acoso” eterno buscó a un delincuente de la palabra. Y acabó como acaban los simples, con la evidencia de la envidia.

Es un tío genial, este dios tiene golpes de Gil de Biedma. Es tan arcaico que a veces me pregunto de qué hablará con el pastor de las ovejas. Lo comento y me dice que las ovejas ni hablan ni desean el poder, y desde luego no escriben poemas.


viernes, 11 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXVIII)



España está muy mal. Fatal diría yo. Entre tanta desidia y mayor ausencia de recursos, lo que nos queda es esperar, o tal vez visitar esa isla desierta y quedarnos permanentemente, hasta la muerte, en la misma.

Hemos dado un paso atrás de veinticinco años. Ni uno más ni uno menos. Es una vuelta a empezar. La tuerca se nos ha quedado en los bolsillos.

Dicen los expertos, que Rajoy en la Moncloa también tendrá sus tropecientos asesores, consultores y equinoccios. Aquellos que ahora alaban la píldora deben tener salidas dignas, y donde está la mejor dignidad sino en el propio consentimiento.

España se hunde. Y lo hace con las miserias propias de un país retorcido, acabado y falto de credibilidad. Esto ya no es lo que era. ¿Qué culpa tenemos todos de la gestión de un inepto? ¿Cómo es posible acabar así, y en este tiempo?

La solución en sus cabezas, en sus personas, y en sus bolsillos. Los ayuntamientos no tienen para pagar, las comunidades no tienen para pagar y nuestro sistema financiero soporta la deuda de un país sin recursos y sin vida.

Tal vez sean las últimas reflexiones de un gaditano en La Caleta. Las últimas, por no decir las mismas que acabaron con nuestros propósitos de enmienda.

Yo ya tengo la isla, y allí me quedaré, sin internet, sin miserias y con calabacines como puños para poder comer verdura y pajaritos (con arroz están geniales).

España agoniza, las últimas bocanadas están regulando nuestro asentamiento mientras permanecemos impasibles, improbables, in eternos. Una verdad como un proverbio, y un sentimiento generalizado de desesperación. Morimos sin que nadie sea capaz de asegurarnos si quiera el sacramento.

La isla, muchas islas, o la misma, para nuestra verdad, la única existente en el camino. Veinticinco años son muchos, y esto huele a podrido.


miércoles, 9 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXVII)



Nunca me sentí representado por las organizaciones de empresarios. Ni representado ni defendido. Van a lo suyo. Hoy me envían un email donde se dice que hay un acuerdo en materia de formación, de reparto de casi 80 millones de euros por parte del gobierno.

21’5 millones irán a UGT, la misma cantidad a CCOO y unos 35 millones a la CEA. Con este panorama, no sólo tendrán que rebajar el sueldo de los funcionarios y congelar las pensiones. Con este panorama hipotecan el país.

Ya me extrañaba a mí la cara de lechuzos que tenían ayer los dirigentes sindicales. Baile de cifras y letras, y hasta pancartazos entre diversas organizaciones. Será para ver quién tiene más fuerza. Así se lo llevan más calentito.

Los representantes empresariales no dan ejemplo de limpieza, ni de pulcritud. Con lo barata que está ahora la porción de crema de manos. Por más que se las laven, siempre las tendrán sucias.

Hace años, cuando en España reinaban la experiencia y la diferencia (dejemos a un lado la nueva sentimentalidad), descubrí que pertenecer a uno de los grupos dominantes o dominadores, facilitaba la explosión de talento. Y el hecho de estar daba algo así como, fuerza.

Aparecieron innumerables voces nuevas, aparentemente limpias, que se sentían apoyados a destiempo. Era tan absurdo como lo del reparto.

Fue en ese momento justo, en ese instante, cuando decidí hibernar. Recogí los bártulos y marché, sin decir nada a nadie, a un lugar mejor, con mucha agua y poca luz. ¿Tal vez era el infierno?

El cielo de los necios no lo quiero.


martes, 8 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXVI)



Cada día odio más la política. No entiendo cómo algunos comulgan con el engaño y el parasitismo. Es la vida falsa.

Si cada español se fuera al juzgado de guardia y denunciara al gobierno por haber arruinado los sentimientos y los bolsillos de todos, ¿qué pasaría? Merece la pena intentarlo. Voy corriendo a interponer la demanda. Si siguen el ejemplo, la papeleta es consecuente.

Un Estado Universal Compartido, regido por profesionales ajenos a la vida política. La economía llevada por buenos economistas, la educación por educadores, y así todos los campos. Pero ni un solo político, esos que hacen vida política. Los que prefieren llegar a la Moncloa antes de solucionar los problemas de un país, una comunidad o un municipio.

Un Estado Universal Compartido y único. Sin comunidades autónomas, sin diputaciones, sin partidos, sin sindicatos. Sin empresas públicas. Gobernado por regidores profesionales.

Un político es un gusano que acaba comiéndose al pájaro. Malnacidos todos, sin establecimiento de causas ni efectos.

Como la pescadilla que se muerde la cola, ¿qué harían todos aquellos que viven de hablar de la política? Librepensadores de lo efímero, chupones de la basura.

Cada día odio más la ausencia de libertad, la manipulación, la inconstitucionalidad. Lo que vivimos en estos momentos, y lo que nos espera.

Mueren los pájaros verdaderos de tristeza.


lunes, 7 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXV)



He declarado la guerra a los rabilargos. Son terribles, se lo comen todo. Ávidos de alimento han destrozado los tomates, los higos, los nísperos. La belleza es incompatible con la mesura. Voy a cometer una locura, seguro que lo hago.

Bienaventurados los que suplen la ignorancia con la buena voluntad porque seguirán siendo cándidos.

Bienaventurados los amantes de lo efímero porque ellos jugarán a ser poetas.

Bienaventurados los hacedores de versos porque en su vida, jamás, escribirán un poema.

Bienaventurados los lectores compulsivos porque nunca harán la digestión.

Dudo entre confesarme y raptar un ratito a dios, o coger unos libros malos y ponerme a librazo limpio con los rabilargos. Tal vez se cultiven. O quizá tengan más hambre.

Remite el calor y con ello las ferias de libros. Este año han sido tristes.

De vez en cuando recuerdo a alguien y si puedo le llamo. Hace un par de días ocurrió con Enrique G-M. Su reciente paternidad le hace más hombre, más ser humano, pero también mejor escritor y persona. Crece por momentos.

Ángel M. busca a Bejarano. ¿Saldrá? Una gran duda, un dilema. Lo cierto es que estaría bien. La poesía le necesita. Aunque él necesite otras cosas.

Todos, como los rabilargos, estamos faltos y ausentes de alimento. Pero no destrozamos. La incontinencia es la ciencia del refugio. Seguro que no cometo ninguna locura.


viernes, 4 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXIV)



Entre árboles, en el campo. En una carretera perdida en la que a veces, y por casualidad, pasa algún vehículo, he visto a una joven de apenas trece años en la parada de un autobús rural. Esperaba impaciente, dando vueltas.

Delgada, pequeña, como si de nada se tratase, se impacientaba mientras transcurrían los minutos. Al tiempo, un joven imberbe y de edad similar, aparecía sobre una moto.

Era una Rieju, campera y con flecos de skay en los puños. Al levantarse del sillín y sobre él se leía I LOVE CHARINI. Un derroche de amor donde descansar.

Charini y el joven se abrazaron apasionadamente. La moto soportaba unos cántaros de leche recién ordeñada. El pedal inclinó la motocicleta, y con ello la leche rebosaba por la amplia boca del recipiente.

Hoy he recordado la agonía de mi padre. Sobre todo el instante cuando el sacerdote le dio la extremaunción. Casi fallecido intentó ponerse de rodillas para recibir el sacramento con gloria. Las cosas de la vida.

Los jóvenes prosiguen en sus manifestaciones de cariño y se viene a la cabeza los últimos momentos de mi padre. ¿Por qué será?, pregunto impaciente. Hablo con dios y no puede dar una respuesta.

Tomo un libro de poemas entre las manos y por mucho que busco nunca encuentro ese verso final de I LOVE CHARINI, cuando la grandeza de su manifestación lo enorgullece.

El olor de la leche y de las vaquerías se impregna por todo el sentido de la duda. Es un olor muy fuerte, parecido al de la muerte.

Repito poemas antiguos en la cabeza y ninguno satisface la curiosidad ni el desasosiego. Estoy entre árboles, en el campo.


Un bosque de libros






En Siltolá.

martes, 1 de junio de 2010

Cadión (Elogio de la Irreverencia XXXIII)



Hablé primero con Javi Bohórquez. Era más asequible. Después me pasaron con su mujer. Y por último ya hablé con él. Todo quedó en el envío de un email donde se explicaba la historia. Algo frío y distante, como la llegada del otoño en madrugada.

Tenía toda la vida por delante y se fue. Era joven. Impulsivo. Un poco introvertido pero muy sonriente. Siempre reía. Las gafas acompañaban la compostura y el paso, recuerdo sus pisadas con sentido, seguras y casi diabólicas.

No recibí respuesta del correo. Dejé pasar hasta dos meses. Siempre miraba la bandeja de entrada esperando el canapé de su respuesta. Pero nunca llegó. Después de llamar de nuevo a Javi me lancé. Estaba aún más frío. Tras las disputas domésticas necesarias acordamos de nuevo la recepción de otro correo un poco más aclaratorio.

Lo conocí hace años, incluso dormimos juntos en su casa las noches de mucho trabajo. Dormir, lo que se dice dormir, poco. Pero fue una experiencia de las que marcan. Era un lector empedernido. Aunque no compartía sus gustos. Si el libro era grueso lo tomaba con pasión. En mi caso prefiero siempre los breves.

Ya sí. Fue dar a enviar y recibir y casi al instante recibí su respuesta. Era afirmativa. ¡Qué sorpresa! Poco a poco fue entendiendo mi argumento. Mi deseo. Mi apuesta. Era arriesgada ya que pretendía algo grande. El primer envío no defraudó. Los poemas eran enormes. Poco a poco fui fabricando una máscara de sueños.

Tras un encuentro casual le perdí la pista. En Eduardo Dato. Reconocí su paso, su sonrisa. Habían pasado años pero seguía igual. A los meses me enteré de su fallecimiento. Rápido y veloz como todos los fallecimientos inoportunos.

Juan Carlos Aragón publicará un libro de poemas (su primer libro de versos) en Siltolá. Un adelanto está en el número 2 de la revista. Dice que en Cádiz venderemos 2000 ejemplares. Y creo que serán muchos más. Arrastra a las masas necesitadas de oído. Es un genio silencioso.

Carlos M. falleció muy joven. Hoy leo poemas de otro y te recuerdo.