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martes, 2 de diciembre de 2014

La tía Juana




La tía Juana poseía una destreza singular a la hora de confeccionar chalecos de lana. Era eficaz, rápida y correcta en las terminaciones. En casi todas las fotos que poseo de esa época aparezco con muestras de su quehacer. Su presencia en las instantáneas provoca remordimientos.

La tía Juana salía poco de su patio, en él era feliz, allí encontraba el alimento. Una tarde no bajó. Buscamos en su casa el rastro y apareció el consuelo. Yacía sentada sobre su mecedora con radio puesta. La tía Juana había fallecido.

Descubrí muy joven la finalidad de la vida y la muerte, el amor verdadero y el sentido primero de la razón de la palabra auténtica.

Ahora sigo con Fábula. Sus más de mil quinientas páginas asustan. Hace unos meses hallé otras miles de páginas inéditas, escritas en cuadernos, cuadernos marrones. Las leo y las anoto, complemento el origen, aunque pienso que en estas anotaciones se encuentra la verdadera razón de esas palabras.

La tía Juana tenía una voz que nunca más logré escuchar. Aunque es imposible olvidarla, también la clasifico. Lo hago por vicio y por virtud.

Si no existe la verdad, ya que todo es mentira, ¿cómo voy a respetar a los gilipollas que se creen en posesión de esa verdad?



lunes, 1 de diciembre de 2014

Proclo




La Dama Blanca apareció por primera vez en las ruinas del antiguo castillo de Duino, iba con su velo. Los inmensos cipreses facilitaban la visión desde la estancia. De fondo Mozart.

El ángel negro, que me acompañaba, regalaba mis oídos con música silente. He vuelto a tener cinco confuso laberinto con la Dama Blanca, pienso que no abandonó nunca mi presencia.

De allí al río Timavo, donde bautizamos a Saúl, y más tarde a contemplar los mosaicos de Aquilea. Sueño con Rilke. Cada día soy más feliz. Me importa poco o nada el mundo y las personas que lo componen. Siendo fiel a los principios sobra hasta el universo.

Durante esos viajes nunca olvidé a Francisco de Rioja, la extravagancia de Sócrates y el discurso engañoso de Platón. Bebía tinto en homenaje a Parra, incluso alguna vez fui capaz de romper el vidrio de una botella vacía.

Dice Proclo que en toda procesión divina, el fin es asimilado al comienzo, manteniendo con su reversión a este punto un círculo sin comienzo ni fin. Aún dibujo esos círculos en el aire. Saúl corrige la perfección de las esferas.

Llueve. Sigo soñando con Rilke. Acompaño a los muertos en su felicidad, porque nunca jamás se impondrá esto, como dice Parménides.



domingo, 30 de noviembre de 2014

Velas



Todos los días comienzo el ritual encendiendo las velas. Una, dos, tres, cuatro,…, en el día de hoy hasta siete. Ya están sobre la mesa, junto a los libros y el cuaderno. El calor que desprenden las llamas es similar al alcohol de quemar en verano.

Con la linterna busco setas en la noche. Aguardo que llegue Francisco para que me indique aquellas que son comestibles. Todas huelen a humedad relativa. El pilón golpea, con agua, la paciencia. Los gatos corren si comprueban que he salido.

Esta mañana un pequeño zorro me observaba. Tardó en desaparecer, lo hizo parsimoniosamente, como la razón verdadera.

Nadie cree en la esencia mientras vive de ella, las baterías duran menos, las botellas se acaban antes y los días corren en el calendario. ¿Cantidad? Repito la pregunta a los insectos que se acercan al calor de la chimenea. ¿Cantidad? La razón es en sí la esencia, la razón de la palabra, la razón de la palabra auténtica.

Pero cuando una vela se apaga consulto a los pájaros si la razón es sinrazón. Con un sonido peculiar responden. Dejo los zapatos en la entrada, vacío los bolsillos y enciendo la linterna. Busco setas en el campo. La vecina se ha llevado todos los espárragos.



Razón



Dijeron que había sido contra un árbol. Un puñetero árbol que crecía junto a la carretera. Imagino las ramas y las hojas que cayeron después del accidente. Imagino como la vida provoca a veces muerte.

Paseo al amanecer. Hago fotos a las setas que crecen alrededor de casa. Todas son diferentes, algunas asustan.

Hay momentos en los que la luz no se muestra íntegra. Escribir de uno mismo en los versos provoca desnudez, pero también oscuridad. Lo escaso a veces es suficiente. ¿No será que la razón separó por error la cantidad de su esencia? ¿Alguien ha pedido nacer? La razón no nos ha regalado nada, nos ha sumido en la nada.

No deseo pisar ninguna seta, las más esbeltas lo solicitan pero hago caso omiso a ello. Moderato e Higinio pudieron conversar alguna vez, pero ambos son frutos de la razón, ambos son cantidad, ambos son accidentes como ese árbol de la carretera, como las setas que crecen con la humedad y alteran el verde o el marrón del paisaje.


lunes, 24 de noviembre de 2014

Oigo el silencio universal del miedo




Oigo el silencio universal del miedo. Recibo las disculpas de los pájaros que advierten de la ignorancia de las nubes. Las excusas suelen acabar como las bellotas, en el suelo. Odio la filología, la universidad contemporánea y los falsos eruditos que ni enseñan ni leen. Bellotas al fin y al cabo, y con bichos.

Solo acudo a los blog para reírme de aquello que escriben los no sensibles. Si mi madre viviera esta tarde nos hubiéramos descojonado de los nombres y apellidos, de los sabios por decir algo. De los eruditos y de los siniestros. Pero como ella dejó de ser me entretengo.

¿Hay mejor forma de divertimento que leer aquello que no se desea leer? Oigo el silencio universal del miedo.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Gael




La diferencia que existe entre un poema y una aproximación es comparable al blanco de los ojos de la mujer que amas. Hoy llueve en Londres. Esa lluvia de mierda que dice Nacho y cala hasta los tuétanos. Aquí las noticias que llegan de España son devastadoras, miserables, canallas.

La primera vez que visité México conocí a un canalla infeliz. Se llamaba Gael. El joven se empeñó en acompañarme al mercado de Sonora. Recriminaba sus actos pero siempre asentía, como el blanco de sus ojos. Si mirabas su rostro se sentía molesto, en cambio, si no le echabas cuenta iba creciendo en pesadez.

De Gael aprendí el falso respeto a los seres humanos. Le gustaba mirar mis anillos y la barba incipiente que cubría buenaparte del rostro. Me acompañó por las librerías de viejo de la ciudad, observó las fotos que me entregó Víctor Gabriel y se asustó, desapareció un par de días, mis jornadas más felices.

Esta tarde en Hyde Park la humedad era la aproximación y el desconcierto su verde.

La próxima vez que hable con Antonio Hernández no sé si llamarlo cabrón, no le digo hijo de puta porque aún no somos hermanos (Luis Rosales me entiende, y Antonio también).


Existencia




Sobre la mesa el último libro de Isabel Bono, Cahier, Nueva York después de muerto de Antonio Hernández, y Matar a Platón de Chantal Maillard. Disfruto con las tres escrituras. Disfruto mucho.

A veces, cuando gozo, me pregunto si no será mentira todo cuanto nos rodea. Mentira o sueño.

Durante los años posteriores al entierro acudí al pueblo a visitar el nicho de Loreto. Seguía hablando con ella con toda la naturalidad del color azul. Ella siempre respondía. Incluso en varias ocasiones se atrevió a corregirme algunos bocetos de poemas.

Cuando viajo suelo llevar un volumen de Gredos de los Diálogos de Platón. Acompaña la Introducción a su vocabulario de Luri. ¿Sueño o mentira? me pregunto en una mesa de la más perdida cafetería.

Nunca encontré el Confuso laberinto de Loreto. Tal vez porque ella jamás se marchó, o quizá porque su pureza limitaba las dobleces y las burdas imitaciones.

Yo también salté, como el protagonista de El anticuerpo de Ordovás, por los tejados. Y me colé en la casa del profesor de Francés, el que ponía los exámenes difíciles y se escondía tras El País para evitar preguntas innecesarias. Sobre la mesa de ese salón encendido aparecieron libros de Rimbaud, Verlaine o Valéry. Libros que leía en el intervalo de tiempo que comenzaba cuando el profesor de Francés impartía sus clases particulares en la academia de la calle Santander.

Me gustaba acariciar el rostro de Loreto por las mañanas, su blanca piel enrojecía. Ni sueño ni mentira, existencia.