La muerte oculta se publicó en 1996, en la colección “Arca del Ateneo” del Ateneo de
Córdoba. Antonio Perea Torres dirigía la institución en esos tiempos. Cuando
recibí los primeros ejemplares descubrí una cubierta con motivo otoñal obra de
la artista María Jesús Crespo.
Se presentó en Córdoba, y fue Pablo García Baena el maestro de
ceremonias. Nunca olvidaré la lectura de “Suite de una noche de gozo” en su
tono infinito.
La muerte oculta fue concebida como un libro de despedida. Escrita años antes, la obra
representaba el adiós temporal al mundo literario. Todo es mentira repetía en esos años. Vuelvo a hacerlo ahora con
más convencimiento.
Desde esa fecha hasta la aparición, en 2011, de Una aproximación al desconcierto, todo fueron grandezas, maneras de
educar y alimento.
La vida no presenta segundas oportunidades, otorga sensaciones y
misterios, elementos de criterio y juicios.
De manera consciente dije adiós al mundo real (que es irreal), y
saludé la única verdad que adora a esos misterios. La muerte oculta es la esencia de toda mi poesía.