sábado, 30 de noviembre de 2019
viernes, 29 de noviembre de 2019
jueves, 28 de noviembre de 2019
miércoles, 27 de noviembre de 2019
martes, 26 de noviembre de 2019
lunes, 25 de noviembre de 2019
domingo, 24 de noviembre de 2019
sábado, 23 de noviembre de 2019
viernes, 22 de noviembre de 2019
jueves, 21 de noviembre de 2019
Mark Twain
Mark Twain: La decadencia del
arte de mentir
Cierto día, un médico benévolo
(que había leído las historias de moral) se topó con un perro vagabundo que
tenía rota una pata. Llevó al pobre animal a su casa, y después de curársela y
vendársela, le devolvió al pequeño vagabundo su libertad, y no volvió a pensar
en el asunto. Mas, cuál no sería su sorpresa, cuando una mañana, unos días
después, al abrir la puerta encontró que el agradecido can lo estaba esperando
allí pacientemente, en compañía de otro perro vagabundo, al cual, quién sabe
por qué accidente, se le había roto una de sus patas. El bondadoso galeno
corrió a atender al animal dolorido, y no olvidó observar la inescrutable
bondad y misericordia de Dios, que había tenido a bien emplear un instrumento
tan noble como el pobre perro callejero para inculcar, etc.
A la mañana siguiente, el bondadoso
médico se encontró a los dos perros, pletóricos de gratitud, esperándolo en la
puerta, y con ellos a otros dos… inválidos. Los curó sin demora, y los cuatro
siguieron su camino, dejando al bondadoso doctor una vez más sobrecogido por
sus pensamientos piadosos. Pasó el día y llegó la mañana. En la puerta estaban
ahora los cuatro perros restablecidos, junto con otros cuatro que requerían ser
tratados. Transcurrió también aquel día, y llegó una nueva mañana; y ahora eran
dieciséis los perros, ocho de ellos recién lesionados, que invadían toda la
acera, y obligaban a los transeúntes a dar un rodeo. Por la tarde, todas las
patas rotas habían sido arregladas, pero entre los pensamientos piadosos del
buen médico estaban comenzando a filtrarse obscenidades involuntarias. El sol
volvió a salir una vez más, para mostrar treinta y dos perros, dieciséis de los
cuales tenían alguna pata quebrada, que ocupaban la acera de la mitad de esa
manzana, mientras los curiosos humanos llenaban el espacio sobrante. Los aullidos
de los animales heridos, las serenatas de los recuperados y los comentarios de
los ciudadanos noveleros formaban un gran e inspirador alborozo, hasta el punto
de que el tráfico hubo de ser interrumpido en aquella calle. El buen médico
contrató un par de cirujanos asistentes, y consiguió concluir esa obra de
beneficencia al anochecer, no sin antes tomar la precaución de abandonar la
iglesia a la que pertenecía, con el objetivo de poderse desahogar con la
laxitud requerida por el caso.
Pero algunas cosas tienen su
límite. Cuando una vez más amaneció y el buen médico se asomó para ver una
muchedumbre de perros suplicantes y clamorosos, exclamó:
—Debo darme por vencido y
reconocerlo: los libros de moral me han engañado. Sólo cuentan la parte bonita
de la historia, y ahí se detienen. Tráiganme la escopeta. ¡Esto ha ido ya
demasiado lejos!
Y diciendo estas palabras, salió
como una tromba con su arma, con la mala fortuna de que le pisó la cola al
primer perro que había curado, el cual, ni corto ni perezoso, le mordió en una
pierna. Lo que sucedió fue que la grandioso y noble tarea en que este chucho se
había comprometido había engendrado en él un entusiasmo tan poderoso y
creciente que se le consumió la mollera y finalmente enloqueció. Un mes
después, cuando el benévolo médico yacía en su lecho de muerte, presa de la
hidrofobia, convocó a sus acongojados amigos a su alrededor y les dijo:
—Cuídense de los libros. Cuentan
sólo la mitad de la historia. Cuando un pobre perro desgraciado les pida ayuda
y ustedes no estén seguros de los resultados que pueden derivarse de su
benevolencia, concédanse el beneficio de la duda y asesinen al suplicante.
Y diciendo estas palabras, volvió
su rostro hacia la pared y entregó su alma.
miércoles, 20 de noviembre de 2019
Cervantes
Cervantes: Don Quijote
—¿Quién va allá? ¿Qué gente? ¿Es
por ventura de la del número de los contentos, o la del de los afligidos?
—De los afligidos —respondió don
Quijote.
—Pues lléguese a mí —respondió el
del Bosque—, y hará cuenta que se llega a la mesma tristeza y a la aflición
mesma.
martes, 19 de noviembre de 2019
Mark Twain
Mark Twain: La decadencia del
arte de mentir
Un joven y paupérrimo escritor
principiante había intentado en numerosas ocasiones que le aceptaran sus
manuscritos. Desesperado, y cuando sólo le esperaban los horrores de la
inanición, le expuso su caso a un escritor consagrado, implorándole consejo y
ayuda. El generoso caballero inmediatamente dejó de lado sus propios asuntos y
procedió a leer con detenimiento uno de los manuscritos rechazados. Concluida
su altruista tarea, le dio un cariñoso apretón de manos al joven y le dijo:
—Creo que sus páginas tienen
calidad. Vuelva el lunes.
El día señalado, con una sonrisa
dulce, pero sin decir palabra, el célebre autor desplegó una revista todavía
húmeda a causa de la tinta. Cuál no sería la sorpresa del pobre joven al
descubrir su propio artículo sobre la página impresa.
—¿Cómo podré —dijo, hincándose de
rodillas y estallando en lágrimas— expresarle mi gratitud por su noble
conducta?
El escritor célebre era el famoso
Snodgrass, y el pobre escritor principiante, rescatado así de la oscuridad y de
la miseria, se convirtió en el igualmente famoso Snagsby. Sirva este hermoso
incidente para enseñarnos que debemos prestar un oído caritativo a los
principiantes necesitados de ayuda.
A la semana siguiente, Snagsby
regresó con cinco cuentos rechazados. El escritor célebre se sorprendió un
poco, porque en los libros de moral el joven luchador solamente necesitaba un
empujoncito. No obstante, revisó minuciosamente los papeles, retirando flores
innecesarias y desterrando unos cuantos acres de adjetivos inadecuados, y de
ese modo consiguió que le aceptaran dos relatos.
Transcurrida más o menos una
semana, el agradecido Snagsby se presentó con otra remesa. El escritor célebre
experimentó un íntimo sentimiento de satisfacción la primera vez que le había
dado muestras de amistad al empedernido novel, y al compararse con las personas
generosas de los libros salía bien librado. Pero ahora estaba comenzando a
sospechar que se había topado con algo nuevo en el capítulo de los episodios de
nobleza. Pese a que su entusiasmo se fue enfriando, fue incapaz de rechazar al
novato y esforzado escritor que se aferraba a él con una familiaridad y una
confianza tan plenas.
El resultado fue que el escritor
célebre fue apabullado por el pobre novel. De nada sirvieron sus débiles
esfuerzos para liberarse de su pesada carga. Todos los días tenía que estarle
dando consejo y aliento; permanentemente tenía que procurar que las revistas lo
aceptaran, y luego, rehacer sus escritos para volverlos presentables. Cuando el
joven aspirante por fin despegó, alcanzó la fama de manera meteórica
describiendo la vida privada del escritor célebre con un humor tan cáustico y
tal lujo de detalles hirientes, que el libro se vendió en cantidades
astronómicas y al célebre escritor se le rompió el corazón por haber sufrido
tamañas mortificaciones.
Mientras exhalaba su último
suspiro dijo:
—¡Qué dolor! Los libros de moral
me han decepcionado, pues no relatan la historia completa. Amigos míos,
cuídense de los escritores principiantes que luchan por ser aceptados. Aquél a
quien Dios considera digno de morir de hambre, que no lo rescate el hombre
presuntuoso, pues será a costa de su propia ruina.
lunes, 18 de noviembre de 2019
Cervantes
Cervantes: Don Quijote
Señor, en eso no hay que reparar,
que bien puede ser que los regidores que entonces rebuznaron viniesen con el
tiempo a ser alcaldes de su pueblo, y así, se pueden llamar con entrambos
títulos; cuanto más, que no hace al caso a la verdad de la historia ser los
rebuznadores alcaldes o regidores, como ellos una por una hayan rebuznado;
porque tan a pique está de rebuznar un alcalde como un regidor.
Un poema de "Mediodía en Kensington Park"
Un poema de Mediodía en
Kensington Park (2015) en la antología Streets Where to Walk is to
Embark. Spanish Poets in London (1811-2018), editada por Eduardo Moga y
traducida por Terence Dooley para la editorial Shearsman Books. Muchas gracias.
Giovanni Pico della Mirandola
Giovanni Pico della Mirandola: De
la dignidad del hombre
Todo lo cual yo, no sin
grandísimo dolor e indignación, lo digo, no contra los príncipes, sino contra
los filósofos de este tiempo, los que piensan y proclaman que no vale la pena
filosofar, porque para los filósofos no hay establecidos ningunos premios, ninguna
paga, como si no bastara esto para demostrar con ello que no son filósofos.
Pues, si toda su vida está puesta en la ganancia o en la ambición, claro es que
no abrazan el conocimiento de la verdad por sí misma.
domingo, 17 de noviembre de 2019
sábado, 16 de noviembre de 2019
Cioran
Cioran: Breviario de
podredumbre
Somos injustos con los Nerones o
los Tiberios: ellos no inventaron el concepto de herético: no fueron sino
soñadores degenerados que se divertían con las matanzas.
Los verdaderos criminales son los
que establecen una ortodoxia sobre el plano religioso o político, los que
distinguen entre el fiel y el cismático.
viernes, 15 de noviembre de 2019
Cervantes
Cervantes: Don Quijote
En esto, llegó a un camino que en
cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucejadas donde
los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquéllos tomarían y,
por imitarlos, estuvo un rato quedo; y, al cabo de haberlo muy bien pensado,
soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual
siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza.
jueves, 14 de noviembre de 2019
miércoles, 13 de noviembre de 2019
Leopardi
Giacomo Leopardi: Diálogo de
la moda y de la muerte
El caso es que me volvía nervudo,
despierto, delgado, seco como un tísico. Nunca estaba quieto y me esforzaba y
sudaba como una bestia, soñaba mil boberías y no creo que pasase dos días de la
misma manera. Finalmente, he conocido la verdad de las cosas y he escogido el mejor
partido. Siempre estoy sentado, no movería un dedo por todo el oro de la
tierra, no hago nada; pero, por el contrario, pienso a lo largo de todo el día
y descubro cien cosas útiles. De todas mis jornadas no hay una que difiera de
la precedente. Con ello gozo de una perfectísima salud, engordo cada vez más,
aunque sólo me engordan la panza y las piernas. Cierto tipo de gente
melancólica me dice que voy a estallar, pero antes de suceder esto ellos
morirán o se atravesarán el corazón. Por tanto, lo primero que quiero que hagas
es lo que hacen todos los demás. Lo segundo, que debes olvidarte absolutamente
de la naturaleza. Veamos ahora si comprendes algo de cuanto te he dicho. En lo
que se refiere a tus méritos o defectos, ¿cómo piensas conducirte respecto a los
demás?
Rilke
Rilke: Rodin
La belleza siempre es algo hacia
lo que nos acercamos, aunque no sabemos qué es ese algo.
La noción de una sensibilidad
estética capaz de asir la belleza nos ha conducido por un mal camino, y ha
producido artistas que entienden su labor como la creación de la belleza. En
este contexto vale repetir que la belleza para nada se «crea». Nadie nunca ha
creado la belleza.
martes, 12 de noviembre de 2019
lunes, 11 de noviembre de 2019
Nietzsche
Nietzsche: El nacimiento de la
tragedia
Entre muchos estados de ánimo, de
depresión y de indiferencia, he tenido también algunos de verdadera exaltación
y he dejado alguna huella de ellos en el pequeño escrito citado. Con respecto a
la filología vivo en un alejamiento tan insolente, que no se lo puede pensar peor.
La alabanza y el reproche, e incluso todas las más altas glorias por ese lado
me hacen temblar. Y así me introduzco cada vez más en mi filosofía y creo ya en
mí; más aún, si alguna vez debiera convertirme en un poeta, estoy dispuesto a
ello… Este estado de ánimo me permite mirar hacia la posición universitaria
entera como hacia algo secundario, más aún, con frecuencia penoso, y hasta
aquella cátedra de filosofía me atrae propiamente sobre todo por ti, dado que
también esa cátedra la considero solo como algo provisional [29 de
marzo de 1871].
domingo, 10 de noviembre de 2019
Michener
James A. Michener: Iberia.
Viajes y reflexiones sobre España
Conocí a muchos escritores
españoles y estudié la vida de muchos más, llegando a la conclusión de que no
hay en todo el mundo país donde sea mejor ser escritor muerto. Por dondequiera
que fui, vi letreros anunciando grandes homenajes a Benito Pérez Galdós
(1843-1920), a Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), a Pío Baroja (1872-1956).
Asistí a tres homenajes a escritores; eran conmovedoras reuniones en las que se
levantaban oradores y pronunciaban discursos al estilo de hace cincuenta años.
En estos discursos se pasaba revista a todos los aspectos de la vida y los
escritos del homenajeado, rindiéndosele verdadero homenaje como fuerza cultural
viva. En los parques se ven estatuas de estos escritores, y en los periódicos
se publican constantemente artículos y ensayos sobre la importancia de su obra.
sábado, 9 de noviembre de 2019
viernes, 8 de noviembre de 2019
jueves, 7 de noviembre de 2019
Robert Musil
Robert Musil: Sobre la
estupidez
Con una reserva perfectamente
comprensible y trivial, esa presunción puede llamarse también vanidad, y en
verdad el alma de muchos pueblos y estados aparece dominada por sentimientos
entre los que la vanidad ocupa de forma innegable un puesto preeminente; y, por
otra parte, entre la vanidad y la estupidez siempre ha habido una relación, que
quizá pueda proporcionarnos una indicación útil. Un hombre aparece como
vanidoso por el hecho de que le falta la inteligencia de ocultarlo; pero en
realidad no hay ni siquiera necesidad de ello, porque el parentesco entre
estupidez y vanidad es directo. Un hombre vanidoso produce la impresión de
hacer menos de lo que sería capaz de hacer; es como una máquina que pierde
vapor. El viejo dicho «estupidez y orgullo crecen bajo el mismo árbol»
significa precisamente esto, como también la expresión de que la vanidad es
«ciega». Lo que relacionamos con el concepto de vanidad es el esperar una
prestación insuficiente, ya que la palabra «vano» quiere decir en su
significado primero casi lo mismo que «inútil». Y esa reducción de la
prestación se la espera incluso donde se da en realidad: no por casualidad van
unidos entre sí la vanidad y el talento, pero entonces recibimos la impresión
de que se habría podido hacer todavía más, si el vanidoso no obstaculizase su
propia actividad. Esa tenaz idea de una prestación reducida resulta ser también
la idea más general que tenemos de la estupidez.
miércoles, 6 de noviembre de 2019
M. Duchamp
M. Duchamp
P. C. — ¿Conoció usted a
Apollinaire?
M. D. — No mucho. Por otra
parte, exceptuando a las personas que tenían más intimidad con él, era muy
difícil conocerle. Era una mariposa. Si estaba con nosotros hablaba de cubismo
y, después, al día siguiente leía a Victor Hugo en un salón. Lo divertido de
los hombres de letras de esa época es que cuando uno los encontraba con otros
dos hombres de letras no se podía pronunciar ni una palabra. Era toda una serie
de fuegos artificiales, mentiras, todo ello insuperable, porque estaba dicho
con un estilo que uno era incapaz de utilizar; entonces, uno se callaba. Un día
fui con Picabia a comer con Max Jacob y Apollinaire, fue algo increíble;
nuestro espíritu dudaba entre la angustia y unas enormes ganas de estallar en
carcajadas. Los dos seres vivían en la óptica de los hombres de letras de la
época simbolista de los años 1880.
martes, 5 de noviembre de 2019
Bernard Henri-Lévy
Bernard Henri-Lévy: La
barbarie con rostro humano
Si fuera poeta cantaría el horror
de vivir y los nuevos archipiélagos que el mañana nos prepara. Si fuera músico,
diría las risas imposibles y las lágrimas impotentes, el barullo atroz que
arman los extraviados mientras que, acampando en las ruinas, aguardan los
golpes del destino. Si fuera pintor, más bien Courbet que David, habría
representado el cielo con los colores del polvo que pesa sobre Santiago, Luanda
o la Kolyma. Pero no soy pintor, ni músico, ni poeta, soy filósofo, manejador
de ideas y de palabras, de palabras machacadas, ya oxidadas por los necios. Me
contentaré, entonces, con las palabras de mi propia lengua, con decir los
osarios, los campos de concentración y los cortejos de la muerte, los que he
visto y los demás, de los que también me acuerdo. Para explicar el nuevo
totalitarismo de estos Príncipes sonrientes quienes, de vez en cuando, por
añadidura, prometen la felicidad a los pueblos.
lunes, 4 de noviembre de 2019
Giacomo Leopardi
Giacomo Leopardi: Diálogo de
la moda y de la muerte
Te harás inscribir en todas
cuantas academias puedas y, desde el principio, harás gala de tus títulos
honoríficos en la portada de tus libros y en todos los casos donde se te
ofrezca la oportunidad. Una vez que todos los hayan aprendido de memoria, los olvidarás,
haciendo ver que no te preocupas de ellos ni los ocultas, a fin de que los
otros te tengan por magnánimo. Creando y publicando, escribirás cosas que
gusten a las mujeres y a los caballeros; en suma, a todos aquellos que están a
mi servicio, y los imprimirás espléndidamente, en hermoso papel y caracteres,
con figuras grabadas, graciosas encuadernaciones y demás. Aunque la primera
edición no se haya vendido, mandarás hacer otra diciendo que la primera se ha
convertido en una rareza. Y no mentirás, porque de hecho no se encontrará sino
en manos de muy pocos, es decir, de los libreros. Y asegúrate de que la segunda
edición tenga más éxito que la primera.
domingo, 3 de noviembre de 2019
Étienne de La Boétie
Étienne de La Boétie: Discurso
de la servidumbre voluntaria
Por ventura habría que excusar a
Ulises, a quien posiblemente le fue necesario en aquella ocasión utilizar este
lenguaje para apaciguar la revuelta del ejército, conformando sus palabras,
creo yo, más al tiempo que a la verdad. Pero, hablando cabalmente, es una
desgracia extrema estar sujeto a un amo, del cual jamás podemos estar seguros
de que sea bueno, pues siempre está en su poder ser malo cuando quiera. Y tener
varios amos es ser extremadamente desgraciado: es serlo tantas veces cuantos
amos se tienen.
sábado, 2 de noviembre de 2019
Hermann Broch
Hermann Broch: Los inocentes
Las obras de arte —no todas, sino
sólo las que se aproximan a la totalidad, sin que por ello tengan que ser un Fausto—
poseen la fuerza de este impulso, a veces por la plenitud de su aliento, otras
por un simple suspiro y otras, si así lo quiere la suerte, por un mero gesto,
una leve seña al gato Arouette.
viernes, 1 de noviembre de 2019
Suscribirse a:
Entradas (Atom)