Sí que ha cambiado la tecnología y las circunstancias. Cuando Antonio, el hijo de la Saluita, cruzaba la acera y entraba en la calle Marqués de Comillas de Puerto Real, todo el mundo gritaba “¡Los muertos!”, “¡Niña, los muertos!”.
Y es cierto, llegaban los muertos, el cobrador del Ocaso pasaba a recaudar las pesetas que aseguraban un entierro digno.
Cuando llegó mi turno, y emancipé mi organismo, esto es, me fui de casa de mis padres, lo primero que hice fue llamar al Ocaso para hacer mi seguro de los muertos.
Me ofrecieron un ataúd con acolchado interior, terciopelo rojo y tres coronas.
Defendí mucho el acolchado interior. Un descanso cómodo nada tiene que ver con el pino Flandes duro como sus muertos.
Antes, las domiciliaciones eran para los ricos. Los muertos, la Hermandad, hasta la ropa se compraba a dita, se fiaba todo, y sobre todo la vida era una ocasión verdadera.
Hace años di orden al banco de la devolución de los recibos de la Macarena. Quiero verle la cara al cobrador. Ese jubilado falto de cariño, con necesidad de hablar, que antes de ir a tu casa te llama al móvil.
¡Sus muertos! ¡Los tuyos! Me regalaron el cochero en el pescante y los caballos con flores.
El día que yo muera no me lloréis ninguno, echarme tres en uno.
Y es cierto, llegaban los muertos, el cobrador del Ocaso pasaba a recaudar las pesetas que aseguraban un entierro digno.
Cuando llegó mi turno, y emancipé mi organismo, esto es, me fui de casa de mis padres, lo primero que hice fue llamar al Ocaso para hacer mi seguro de los muertos.
Me ofrecieron un ataúd con acolchado interior, terciopelo rojo y tres coronas.
Defendí mucho el acolchado interior. Un descanso cómodo nada tiene que ver con el pino Flandes duro como sus muertos.
Antes, las domiciliaciones eran para los ricos. Los muertos, la Hermandad, hasta la ropa se compraba a dita, se fiaba todo, y sobre todo la vida era una ocasión verdadera.
Hace años di orden al banco de la devolución de los recibos de la Macarena. Quiero verle la cara al cobrador. Ese jubilado falto de cariño, con necesidad de hablar, que antes de ir a tu casa te llama al móvil.
¡Sus muertos! ¡Los tuyos! Me regalaron el cochero en el pescante y los caballos con flores.
El día que yo muera no me lloréis ninguno, echarme tres en uno.