miércoles, 6 de abril de 2011

El intrépido courrier



Imagínese por un momento, con toda la ilusión del mundo, que hace un regalo. Un buen regalo, un glorioso regalo. No ha dejado todas sus perras pero sí ha realizado una importante inversión. Y todo para hacer feliz a alguien. Una celebración, una onomástica, un aniversario, un cumpleaños. Lo mismo da. Un regalazo.

Envuelves el obsequio en papel perfumado, le pones unos lazos, y llamas a un mensajero con moto para que lo lleve al fin de mundo. Y así sucede. El intrépido courrier, después de sortear miles de obstáculos, hace entrega del paquete.

Han pasado quince años desde que el regalo fue a parar a manos de su destinatario, y el remitente (que aún paga la broma o la dicha) no ha recibido contestación del mismo. ¿No le ha gustado? ¿Habré sido poco original? ¿A qué motivo puede deberse ese silencio sepulcral e inaudito? Preguntas sin respuestas.

En algunas ocasiones he tenido la fortuna (por llamarlo de algún modo) de encontrar al destinatario en alguna parte. Los saludos de rigor, y nada. No he querido preguntarle ya que considero que la reiteración es prepotencia. Quince años. Esta experiencia es mal educada.

Hoy he recibido un regalo de E.M. ¡Qué ilusión! He puesto unas líneas en un correo para manifestar mi sorpresa y mi agradecimiento por esos cuadernillos de A.C. que no tenía.

Dice Baltanás en su libro de Álogos que los universitarios de Filología Hispánica no conocen los nombres de nuestros poetas cincuentones. Y añado, no solo no conocen, sino que no agradecen su lectura. Si a alguno de ellos le hacen un regalo, no duden que por messenger o facebook, dirán al remitente “G. t. coxonudo”.