Así pues los hombres, reputados por su razón,
potentes por la palabra, de almas inmortales, de miembros mortales, de leves y
ansiosas mentes, de brutos y culpables cuerpos, desemejantes por su moral,
semejantes por sus errores, de testaruda audacia, de pertinaces esperanzas, de
fracasados esfuerzos, de fortuna caduca, individualmente mortales, pero todos
juntos en su universo género perpetuos, mudables a su vez al engendrar prole,
de tiempo volátil, de tarda sabiduría, de rápida muerte, de vida afligida, habitan
las tierras.