viernes, 30 de julio de 2010

The Face (tres) (Tercera Inclinación)



Odio el existencialismo, tan oscuro, vulgar y poco verdadero. Vivimos en las sombras, aunque sabemos que ahí fuera, muy cerca, está la luz. No podemos acudir a esa claridad, no queremos hacerlo. En la sombra nos hacemos fuertes, nos crecemos.

La proyección oscura nos hace escribir, nos dota de recursos necesarios para enfrentarnos a una vida que no deseamos.

El cambio nos pone nerviosos, esa decisión nos aprieta. La tercera inclinación soluciona, de forma temporal exclusivamente, las manifestaciones. Pero ¿temporalmente, nada más? Sí, de manera escasa. No necesitamos más. Esta vida es muy corta para intentar hacer algo grande, algo eterno, algo existencial.

El compromiso es la rutina, y no intentes cambiarlo. No modifiques tus hábitos, que aunque te acortan la vida hacen sentirte pleno. La plenitud es sinónimo de infelicidad. Sin existencialismos se soportan las obligaciones, los empeños.

Ahora que todo el mundo compra oro, puedes volver a vender tu alma, aunque sea de estaño, lo compran todo. Y la contrapartida es la eficacia, lograr ese efecto redondo que a nadie determina.

El existencialismo es la indeterminación. Y la tercera inclinación es el cadionismo, la unión de la música y la literatura, la auténtica poesía.

Una mañana un joven muy certero, intentó saltar de la primera a la tercera inclinación, sin pasar por la segunda. No hubo desazón, su cuerpo adquirió unas reducidas dimensiones en un instante, en el tiempo que tardamos en decir love. Así el joven ocupó el espacio de las sombras de manera existencial. Sin ser, sin estar.